El artista contemporáneo Cai Guo-Qiang reunió 99 réplicas de animales de tamaño natural en una instalación llamada Heritage (Herencia).
Los animales beben de las límpidas aguas de un lago azul. Canguros y tigres, leones y caballos, monos y ciervos. Todos beben con tranquilidad. Ni los depredadores atacan, ni las presas se inquietan. Uno puede pensar que se trata de una fábula imposible. Pero, analizándolo mejor, la idea no resulta tan utópica. Si usamos la imaginación y sustituimos los 99 animales por seres humanos, entonces sí, cualquier cosa podría pasar. Pertenecemos a una especie que involuciona, que destruye los recursos naturales de su planeta y que es capaz de matar a los que luchan por él. Es un hecho comprobado.
Para los activistas que se enfrentan a las multinacionales que explotan los recursos naturales de sus países —casi siempre con el beneplácito de las autoridades—, la vida pende de un hilo. Según la organización Global Witness, 185 defensores medioambientales, en 16 países, fueron asesinados en 2015. Es probable que las matanzas no se detengan. El exsoldado Rodrigo Cruz asegura que existe una lista negra con nombres de mujeres y hombres que serán asesinados por defender la naturaleza. El joven desertor de 20 años le contó a The Guardian que la lista está en manos de una unidad especial del ejército hondureño, entrenada por soldados estadounidenses y agentes del FBI. Honduras está considerado como uno de los países más peligrosos para los defensores del medio ambiente. Cruz dijo que los nombres de la líder ambientalista Berta Cáceres —asesinada a tiros en marzo de 2016— y del dirigente campesino Juan Galindo —asesinado en noviembre de 2014— figuraban en la lista.
Hay otra obra de Cai Guo-Qiang llamada Head On. Es una instalación en la que una manada de 99 lobos furiosos salta contra una pared de cristal. Al menos diez lobos se retuercen en el suelo tras el choque con el muro. Aun así, no parece que exista una fuerza de este mundo ni de otro capaz de detener a los demás. La manada sigue avanzando. Cai Guo-Qiang dice que quería representar la tragedia humana universal: el afán del ser humano por alcanzar sus objetivos sin medir las consecuencias de su ambición ciega.
Se extinguen los bosques, el Ártico se derrite, el aire se vuelve irrespirable y el agua puro veneno. Y para aquellos que ponen el cuerpo y alzan la voz para denunciar los dolores de la Tierra, el mundo deja de ser un lugar seguro. Somos nuestro propio azote. Peor que lobos enloquecidos.
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