Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Pan para mañana

Sorayda Peguero Isaac

13 de octubre de 2023 - 09:05 p. m.

Que J. acuda puntual a nuestra cita me parece increíble. Cuando el reloj marca las ocho, D. y yo coincidimos con él en la puerta del restaurante. Viene con la sonrisa puesta, adjudicando su puntualidad a mis insistentes amenazas. No puedo permitirme trasnochar esta noche. Mi largo viaje de regreso empieza en pocas horas. Aún tengo que preparar la maleta y escribir esta columna. Vamos a elegir una variedad de entrantes que compartiremos como buenos hermanos y brindaremos porque mi visita se repita en ocasiones venideras. “Sidra para los caballeros y gaseosa de limón con jengibre para la dama”.

PUBLICIDAD

En la cajita de madera que contiene la factura de lo que comimos y bebimos, hay un mico, un jabalí de orejas puntiagudas y un pez rojo. Me adueño del pez rojo y dejo que J. y D. se decidan por el mono o el jabalí. Pongo el pez en la palma de mi mano. Es un Carassius auratus, un carpín dorado. Es pan para mañana. Si me permiten la desviación, les voy a contar una historia que recordé al final de nuestra cena.

Viktor Frankl contaba que el despertar era el momento más terrible de las 24 horas de la vida en un campo de concentración. Tres pitidos de sirena avisaban que había que ponerse en pie. Ni la más espantosa de las pesadillas podía ser peor que las horas por venir. “¿Qué ha sido de mí? —escribió Frankl—. No soy más que una mínima parte de una gran masa de carne humana, encerrada tras la alambrada de espino, hacinada en un barracón de adobe. Una masa que cada día se descompone, porque ya no tiene vida”.

Una mañana de esas, Frankl se quedó mirando a un compañero que solía tener un talante valiente y digno. Aquel hombre lloraba con desesperación. Por las bajas temperaturas y el terreno fangoso en el que cavaban zanjas, los pies de los prisioneros amanecían hinchados o, en el peor de los casos, con los dedos gangrenados que un médico amputaba sin anestesia. El hombre que Frankl estaba mirando tendría que trabajar descalzo todo el día. Los únicos zapatos que tenía se habían encogido por causa de la humedad.

Read more!

Frankl guardaba un poco de pan en el bolsillo de su abrigo. Una vez al día, mientras duraba el descanso de media hora que interrumpía la jornada de trabajos forzados, los prisioneros recibían un panecillo. Viendo llorar a su compañero de fatigas, Frankl sintió la necesidad de darle pequeños mordiscos al mendrugo de pan que conservaba del día anterior.

No le faltaba razón a Frankl cuando decía que quienes no hemos sufrido una experiencia similar no podemos imaginar la lucha que domina a un hombre hambriento. Le arrebataron todo. Casi todo. Lo habían despojado de la ropa que llevó al campo de concentración, de los objetos que le recordaban mejores épocas de su vida y de los preciosos frutos de su curiosidad. Suplicó en vano que no le arrebataran las notas del libro que estaba escribiendo. ¿Qué podía hacer? “Tocar con mimo el pedazo de pan en el bolsillo, acariciarlo primero con los dedos helados, sin guantes, luego partir unas migajas y llevarlas a la boca. Y finalmente un supremo esfuerzo por reservar el resto”. Era el exiguo consuelo de una existencia huérfana de luz.

Ninguno de nosotros ha conocido semejante nivel de deshumanización. Sin embargo, sabemos que existen diferentes tipos de hambre. Sabemos que los mortales no se alimentan solo de pan. Hay días en los que una siniestra bandada de pájaros negros planea sobre nuestras cabezas. Para que esto ocurra, no necesitamos mayor garantía que la de estar vivos. Por eso decía que mi pez será un trozo de pan para las hambres del mañana. Cualquier día, lejano o cercano —vaya usted a saber—, podría ser el más oscuro en la gama de los tonos tristes. Buscando en las profundidades de mi bolso, sentiré el tacto escamoso del pez, la aleta dorsal, la cola amplia y la ligera protuberancia de la boca y los ojos. Quizá lo mire con inesperada emoción. Quizá me devuelva a esta noche, a la nostalgia anticipada de este encuentro, a estas risas.

Read more!

sorayda.peguero@gmail.com

Conoce más

Temas recomendados:

Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.