Su tío, el célebre Sigmund Freud, decía que la excéntrica hija de Moritz y de su hermana Mitzi estaba “un poco loca”. El filósofo y crítico cultural Walter Benjamin la describía como una mujer de “mente profunda”. Para el historiador y filólogo Gershom Scholem era “pintorescamente fea” y de presencia inolvidable.
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Su tío, el célebre Sigmund Freud, decía que la excéntrica hija de Moritz y de su hermana Mitzi estaba “un poco loca”. El filósofo y crítico cultural Walter Benjamin la describía como una mujer de “mente profunda”. Para el historiador y filólogo Gershom Scholem era “pintorescamente fea” y de presencia inolvidable.
Dicen que Martha Gertrud Freud fumaba mucho y comía poco. Que un grupo de intelectuales y artistas de Múnich, donde fue a vivir después de la Primera Guerra Mundial, la recibió con los brazos abiertos. Que cuando tenía 19 años se encerraba en su cuarto durante largas horas. Pintaba, escribía y dibujaba libros infantiles: conejos y ranas, un gato en el tejado, un carrusel con banderín, niños jugando, niños leyendo. Dibujos trazados con líneas simples, con colores pasteles y cierto toque surrealista.
Supo desde muy joven que escribir no era una apuesta fácil para una mujer de su generación. Nació en Viena, en 1892. Pertenecía a una acomodada familia judía que se estableció en Berlín cuando ella tenía 15 años. Allí empezó a publicar sus poemas y, de vez en cuando, a vestirse como un hombre. Que una mujer escritora fuera considerada un peligro público no impediría que siguiera su vocación literaria. Empezó a firmar sus trabajos como Tom Freud. Después, como Tom Seidmann-Freud.
Seidmann era el apellido de su esposo, el escritor y periodista Jakob (Yankel) Seidmann. Se conocieron en 1921. Un año después tuvieron una hija y fundaron una editorial de libros infantiles: Peregrin. Su primer libro, El viaje del pez, cuenta la historia de un niño que se sumerge en las profundidades del mar a lomos de un pez que le descubre un mundo sorprendente. Tom Seidmann-Freud, autora de La pequeña hada, El barco mágico y El jardín del dolor, entre otros títulos, tenía tres hermanos: Margit, Lily y Theodor, que murió ahogado en 1922.
Coincidiendo con la publicación de El viaje del pez —que Tom Seidmann-Freud dedicó a la memoria de su hermano—, el poeta y traductor hebreo Chaim Najman Bialik se interesó por que los niños palestinos pudieran aproximarse a la literatura escrita en lengua hebrea. Quiso asociarse con el matrimonio Seidmann-Freud. Fundaron una editorial llamada Ophir y trabajaron en una recopilación de cuentos de Hans Christian Andersen y de los hermanos Grimm: Diez historias para niños. El libro de clásicos infantiles, traducido al hebreo y publicado en 1923, marcó una nueva etapa en la obra de Tom Seidmann-Freud. A partir de entonces, sus historias experimentaron un cambio de forma y fondo. La diferencia entre los niños y las niñas era menos notoria, mientras que las ideas socialistas en las historias fueron más perceptibles.
El proyecto editorial con Bialik fue un fracaso. La crisis de 1929 extendía sus tentáculos alrededor del mundo. Yankel Seidmann había invertido todos sus ahorros en el negocio, pero Bialik, que se había mudado a Tel Aviv, eludía sus responsabilidades económicas con la editorial y ni siquiera respondía las cartas desesperadas que Seidmann le enviaba. “Mi esposa y yo no ganamos un centavo de Ophir. ¿Dónde está, pues, tu integridad? Te escribí que teníamos que conseguir un préstamo y ni siquiera respondiste a mi carta”. No pudo soportar la presión. En octubre de 1929, aprovechando que su esposa y su hija Angela habían salido a dar un paseo, Seidmann rodeó su cuello con una cuerda y se colgó de una viga de la casa. Después de la tragedia, la mujer que firmaba sus libros como Tom Seidmann-Freud dejó de comer. Se fue desgastando hasta convertirse en una presencia ausente. Cuatro meses después de la muerte de su esposo, ella también terminó con su vida.