Doña fina —andaluza que vive en Cataluña desde los años 50, viuda, devota de la Virgen del Pilar y fumadora sin miedos ni culpas— quería aprender palabrotas dominicanas. Lo intenté con tres expresiones: maldito, degraciao, azaroso.
—¿Esos son los tacos que decís en tu tierra? —su risa explotó como un globo lleno de confeti.
—En realidad, los hay peores, mucho peores. Pero usted podría ser mi mamá. Es más, sin mucho apuro, usted podría ser mi abuela. Es contra natura.
Ante la insistencia de doña Fina, que ni por el diache me dejaba retomar mi camino, escogí una malapalabra compuesta. Pensé que así resultaría más convincente. Además,...
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