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Si me preguntan por ti

Sorayda Peguero Isaac

30 de agosto de 2025 - 12:05 a. m.

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Cuando vuelvan a preguntarme por ti, mencionaré esa historia que contaba Eduardo Galeano sobre un hombre del pueblo Neguá. Aquel hombre de la costa colombiana se las ingenió para subir al cielo. La vista desde allá arriba era de lo más curiosa. Resulta que nosotros, los humanos que habitamos la Tierra, somos como un mar de fueguitos. El hombre dijo que no hay dos fuegos iguales, que algunos fuegos son grandes y otros pequeños, y que los hay hasta de diferentes colores. Desde lo alto, pudo observar que hay gente de fuego manso, gente de fuego desenfrenado y loco –esos lo van llenando todo de chispas– y gente de fuego tan quieto que apenas calienta. También dijo que había visto fuegos como el tuyo: fuegos que “arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear”.

No queda más remedio que mirar al cielo en busca de respuestas. Cuando éramos niños nos dijeron que los que se van nos vigilan desde arriba. Lo que no nos dijeron es que algunas pérdidas nos impulsan a cuestionarlo todo, a hacer un inventario de los daños, solo por ver si rescatamos un ápice de sentido.

Es un ejercicio de consideración. Considerar es una palabra que desde sus orígenes ha estado relacionada con el acto de buscar presagios en los cuerpos celestes. El prefijo con –del latín considerare, que significa “examinar atentamente”– se une al sustantivo sidus, que significa estrella. No me interesa qué tienen que decir los astros sobre el futuro. Nuestro margen de maniobra es tan limitado. Lo único que me importa es el epicentro de este instante.

Son muchas las cosas a considerar. Podríamos empezar por la amistad y el mal uso que hacemos de la palabra. ¿Por qué nos hemos acostumbrado a llamar “amigos” a quienes en realidad no lo son? Como en un juego de máscaras, cada uno se ocupa de cumplir con el papel que se le asigna. Ya no sabemos quiénes son los primerísimos actores, ni diferenciar a los artistas invitados de los figurantes. En medio de la confusión, olvidamos qué hace falta para construir y mantener vínculos verdaderos.

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Se tienen que considerar las cosas y los lugares queridos. ¿Quién les confiere el valor y la belleza a esos lugares y a esas cosas? Hay que fijarse bien. Considerar exige tiempo y franqueza. Para empezar, hay que barrer la casa que es nuestra mente. Botar sin contemplaciones lo que ya no sirve. Tantos cachivaches acumulados sin ton ni son. Tantas palabras huecas, dichas por compromiso o para eludir la incomodidad de un silencio.

Para considerar con buen juicio se tienen que afinar todos los niveles de escucha. Separar las conversaciones superfluas de aquellas que aportan alegría, asombro y conocimiento, y apreciar las voces que le hablan directamente al alma. Siendo el alma lo que cada uno entienda por liviano y profundo.

El trabajo de considerar se hace cuesta arriba cuando comprobamos que casi nada es lo que parece. Hay que fijarse bien. Escudriñar. Un collar de estrellas luminosas podría ser el último puñado de satélites lanzado desde la Tierra por una empresa de Elon Musk. No podemos permanecer con la mirada fija en los astros. Hay que observar con diligencia el instante que acontece y, ya que estamos aquí, examinar la naturaleza del propio fuego.

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sorayda.peguero@gmail.com

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