Hace algunos años, siendo una entrevistadora en primeras prácticas, conversé con la dibujante catalana Pilarín Bayés. Durante la entrevista surgió un comentario sobre una expresión que usamos los dominicanos para desalentar las fantasías de los que sueñan despiertos. Si alguien que contempla el atardecer en Santo Domingo dice: “Mañana temprano volaré a París y me comeré un cruasán mirando la torre Eiffel”, su interlocutor podría contestar: “Sueña, Pilarín”. Pude explicarle a Pilarín Bayés el uso que le damos a la frase, pero no su origen. Un estudioso que consulté días más tarde me dijo que podía estar en boca de los dominicanos desde los años 20 o 30, por el título de una novela de Abigail Mejía.
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Hace algunos años, siendo una entrevistadora en primeras prácticas, conversé con la dibujante catalana Pilarín Bayés. Durante la entrevista surgió un comentario sobre una expresión que usamos los dominicanos para desalentar las fantasías de los que sueñan despiertos. Si alguien que contempla el atardecer en Santo Domingo dice: “Mañana temprano volaré a París y me comeré un cruasán mirando la torre Eiffel”, su interlocutor podría contestar: “Sueña, Pilarín”. Pude explicarle a Pilarín Bayés el uso que le damos a la frase, pero no su origen. Un estudioso que consulté días más tarde me dijo que podía estar en boca de los dominicanos desde los años 20 o 30, por el título de una novela de Abigail Mejía.
Nunca antes había escuchado el nombre de Abigail Mejía. Mi búsqueda en internet dio como resultado el hallazgo de su novela. Sueña, Pilarín se publicó en Barcelona en 1925. No imaginé que semejante hazaña fuera posible: que una dominicana publicara en Barcelona en los años 20. Ni mucho menos que yo pudiera encontrar algunas de sus obras, casi centenarias, en librerías de segunda mano de la ciudad. Abigail Mejía había vivido en Catalunya desde los 11 años. Era una mujer que tenía, entre sus múltiples talentos, el de escribir poesía, novela, cuento y teatro. También era fotógrafa, investigadora, feminista y viajera.
Si una ilustre escritora dominicana pasó por aquí, ¿es probable que dejara alguna pista en uno de los periódicos más antiguos de la región? Efectivamente. En una reseña de 1922, La Vanguardia anunciaba su primer libro: Por entre frivolidades. “Abigail Mejía vive en Barcelona y aquí escribe para los periódicos de América. En su libro aparecen reunidos muchos trabajos que andaban dispersos en diarios y revistas, y que el afán generoso de un editor mecenas ha juntado en un volumen de forma impecable y lujosa”.
Ante mis ojos desfilaron otros artículos que hablaban de ella, como los perfiles que le dedicaron en España y Argentina las escritoras Concha Espina y Adelia Di Carlo. También desfilaron algunos de los textos que Abigail Mejía escribió para periódicos y revistas de España, como el que publicó en la revista Mujeres Españolas sobre los derechos de igualdad que defendía: “En la actualidad son muchas las mujeres que ejercen profesiones antes monopolizadas por el varón; mas, aunque hay mujeres abogados, no pueden ser jueces, ni testigos; aunque son profesoras no llegan nunca a catedráticas; y aunque doctoras, no serán concejalas o regidoras. La irritante desigualdad sigue ante la ley y a ningún gobierno se le ocurre ponernos en puestos de importancia”.
Después de 11 años viviendo en Barcelona y de sus viajes por Europa, conociendo sus principales patrimonios culturales y artísticos, con su cámara, su estilográfica y libreta de notas en mano, Abigail Mejía regresó a la República Dominicana con un plan para fundar la biblioteca y el Museo Nacional, museo que ella misma dirigió. Con igual determinación creó un programa para alfabetizar a mujeres obreras, grupos y asociaciones feministas, escribió un Ideario Feminista, impulsó una campaña para que las mujeres dominicanas pudieran votar, fue profesora en la Escuela Normal de Santo Domingo, madre de un niño. ¿Cómo se puede hacer tanto en tan corta vida?
En el número 36 de la calle Roger de Llúria está el edificio en el que vivió. En una de sus habitaciones de altísimos techos tenía su mesa de escritura, con una foto de Benito Pérez Galdós al frente, mirándola. La fachada ha sido reformada, pero conserva algunos detalles que se aprecian en las fotos de esa época. El dintel de la puerta principal y las rejas de los balcones parecen las mismas. No hay una placa conmemorativa que recuerde que Abigail Mejía nació en Santo Domingo en 1895, que pasó la mayor parte de su infancia y de su juventud aquí, en Barcelona, que paseó por estas mismas calles, que murió a los 46 años dejando el legado de una labor humanista extraordinaria.
sorayda.peguero@gmail.com