Mi papá dice que La niña vino al mundo para vivir 20 años. Está convencido de que la hora de nuestra muerte se escribe el mismo día de nuestro nacimiento. Lo dice mirando la foto de su nieta, que en el lenguaje del cariño filial nunca dejó de ser La niña. Quizá le sirva de consuelo repetir insistentemente que, la madrugada del 8 de abril, La niña perdió la vida porque así estaba escrito.
Mis reflexiones están más próximas al pensamiento de Audre Lorde. Eludir nuestra responsabilidad en la configuración del futuro es un modo de renunciar a él. He pensado en el impacto de tomar acción y en las consecuencias de negarse a hacerlo. He pensado en cómo un acto de descuido, asumido desde una posición de poder, puede derivar en una tragedia de pérdidas inestimables.
Jet Set era un club ampliamente conocido por organizar fiestas bailables con orquestas de fama local e internacional. La madrugada del 8 de abril, mientras Rubby Pérez interpretaba ‘De color de rosa’, el techo de la discoteca se desplomó. Recibí un mensaje con imágenes del siniestro. La posibilidad de que mi hermano y su esposa estuvieran entre las víctimas me atravesó el pecho como una daga. Supe más tarde que La niña estaba con ellos. Al ver la presentación de Rubby Pérez en una gala de premios que se había transmitido por televisión semanas antes, quedó prendada de su música y le pidió a mi hermano que la acompañara a esa fiesta.
Mi hermano y su esposa permanecieron bajo los escombros por más de 13 horas. A pesar del dolor provocado por las heridas, gritaron el nombre de su hija hasta agotar todas sus fuerzas. Se recuperaban de múltiples lesiones cuando se enteraron de que habían perdido el regalo de su voz.
Como consecuencia de la tragedia murieron 236 personas y 180 resultaron heridas.
¿Qué hubiera pasado si Antonio Espaillat, propietario de la discoteca, hubiera atendido la advertencia que el encargado de las actividades operativas del local le hizo la tarde del 7 de abril? El intercambio que los dos mantuvieron en una conversación de WhatsApp, se incluye en las declaraciones presentadas ante el Ministerio Público de la República Dominicana. El encargado dice que le comunicó al propietario: “Don hay un tema importante que hay que resolver en la discoteca”. “Los plafones que se están rompiendo es que le está cayendo pedazos de techo y es peligroso eso es bueno desde que aya el chance revisar el techo completo [sic]”.
El dueño del local aprobó la sustitución de varios plafones dañados. Pero la enmienda resultó insuficiente para el grado de deterioro que acumulaba la estructura. Según las investigaciones, la superficie de la discoteca soportaba 60 toneladas de peso –tinacos, aires acondicionados, luminarias–. El encargado asegura que llegó a expresarle su preocupación a Maribel Espaillat, hermana del propietario. Creía que la solución más sensata era suspender la fiesta pautada para esa noche. A lo que ella respondió que no se podía, y él le contestó: “Que Dios nos proteja”.
Es oportuno mencionar que Jet Set era un establecimiento de prestigio y trayectoria exitosa. Su propietario ha fundado negocios de gastronomía en la capital dominicana y en Estados Unidos. Además, es accionista de un buen número de emisoras de radio y canales de televisión. Los desperfectos que mostraba el techo de la discoteca –identificados como filtraciones de agua y desprendimiento de escombros que en varias ocasiones llamaron la atención de algunos artistas y clientes habituales– de ningún modo atienden a limitaciones económicas.
Lo repito casi tanto como mi papá insiste en que La niña vino a este mundo para vivir 20 años. ¿Quién mueve los hilos del destino? ¿Qué hubiera pasado si la tarde del 7 de abril Antonio Espaillat autorizaba la suspensión de la fiesta por razones de franca humanidad, por seguridad ciudadana? Nuestra niña continuaría ejerciendo con honor su título de “cascabel de la familia”. En agosto hubiera celebrado su cumpleaños y en abril del próximo año su graduación. Seguiría bailando y compartiendo su entusiasmo por las cosas y las formas bellas. Las puestas de sol, el mar, las peonías. Ella estaría aquí, aconsejando a sus amigas cada vez que sufrieran una pena de amor: “Hay que encontrarle el lado rosa a la vida”.
