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La escena parecía imaginada para el guión de una película de terror.
Pasadas las doce de la medianoche del 9 de febrero de 1963, un hombre borracho se acercó a la barra del Hotel Emerson, en Baltimore. Detrás de la barra estaba Hattie Carroll, una mujer negra de 51 años, camarera del hotel y madre de 11 hijos. “¡Sírveme una copa de bourbon!”, le gritó el hombre, que llevaba puesto un frac y un sombrero de copa alta. En ese momento Hattie Carroll estaba atendiendo a otro cliente. El borracho se impacientó. Empezó a despachar insultos racistas contra ella, y usó su bastón para golpearla como un salvaje. La camarera corrió asustada hacia la cocina. “Me siento gravemente enferma”, le dijo a sus compañeros. Hattie Carroll murió ocho horas más tarde.
Bob Dylan tenía 22 años cuando leyó en la prensa que el hombre que había golpeado a Hattie Carroll se llamaba William Zantzinger, que tenía dos años más que él y que era hijo de un rico agricultor de tabaco de Meryland. En la nota del periódico también decía que sus abogados argumentaron que Hattie Carroll no murió por los golpes que recibió, sino por un accidente cerebrovascular provocado por el estrés que le había generado el ataque. Decía que los jueces dictaminaron que se trató de un homicidio involuntario, y que el 28 de agosto de 1963, el mismo día que Martin Luther King pronunció su célebre discurso Yo tengo un sueño, Zantzinger fue condenado a seis meses de prisión y al pago de una multa de 125 dólares. ¿Qué podía hacer un chico como él con una historia como esa? Quizás, abrir su cuaderno de notas y dejarse llevar por el rugido de la sangre. “Simplemente dejé que la historia se contara por sí misma —explicó Dylan en 2004—. ¿A quién no le hubiera impresionado ver una pobre mujer muerta a palos por un tipo a quien finalmente solo le cae una pequeña reprimenda?”. Dylan narró los últimos instantes de la vida de Hattie Carroll en una canción que lleva su nombre: The Lonesome Death of Hattie Carroll.
Muchos creyeron que con la llegada del primer presidente negro a la Casa Blanca terminaría la desigualdad racial en el sistema de justicia criminal estadounidense. Pero no. La tensión racial en Estados Unidos sigue siendo un problema. El 16 de septiembre de este año, una policía de Tulsa (Oklahoma) llamada Betty Shelby, fue acusada de homicidio en primer grado por matar a un hombre afroamericano. Terence Crutcherun, de 40 años, viajaba en una camioneta que se averió en una zona boscosa de Tulsa. A pesar de que Crutcherun no estaba armado, recibió un disparo mortal en el pecho. Según la declaración que ofreció a los investigadores de homicidios, Betty Shelby le disparó porque “temía por su vida y pensó que el señor Crutcher iba a matarla". 20 minutos después de que se entregara a las autoridades, la oficial Shelby pagó una fianza de US$50.000, y se fue a su casa.
sorayda.peguero@gmail.com
