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Una cuestión de coraje

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Sorayda Peguero Isaac
02 de agosto de 2025 - 05:05 a. m.
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Cada vez que alguien me pregunta sobre qué estoy escribiendo, me siento tentada a contestar con una frase de Flaubert: “A mí lo que en realidad me gustaría es escribir sobre nada”. Si ninguna idea ronda los jardines de la imaginación, hay que apelar a la generosidad de las musas. Me parece acertado que para los antiguos griegos las nueve musas fueran hijas de la Tierra y la memoria. Cuando un elemento externo actúa como disparador, se activa ese fascinante mecanismo que hace que el cerebro recupere una o varias piezas de la memoria. Unidas entre sí, estas piezas nos sugieren una posibilidad que enciende la chispa: nace la idea. Pero las musas son caprichosas, aparecen en los lugares más inesperados y cuando les da la gana. No atienden a invocaciones.

Una vez estaba en una fiesta de un pueblito medieval de Cataluña. Como en casi todos los pueblos del interior, había una plaza central, con una cuadrícula que tenía el ayuntamiento a un lado, la iglesia al otro y más allá el hospital y la escuela. Había banderillas de colores, pequeñas carpas y una orquesta que tocaba canciones populares. Me senté al lado de una anciana que tenía las mejillas coloradas por el calor, o quizá era por el vino. La mujer me hablaba con un desparpajo casi adolescente de lo mucho que le gustaban esos bailes cuando era joven. Durante toda su juventud trabajó como empleada en casas de familias burguesas. El único día de la semana que tenía libre, ella y sus amigas, que también trabajaban para familias burguesas, calculaban el tiempo exacto que les tomaba salir corriendo del guateque [fiesta] para regresar a sus puestos antes de la medianoche. “Después me casé, nacieron los críos y no bailé ni con la fregona [trapero]”, me dijo.

¿Qué tal si escribía sobre esa renuncia? Seguramente podía encontrar historias similares, preguntar a otras mujeres sobre los pequeños placeres que fueron suplantados por las obligaciones de la adultez. Solo era el germen de una idea, el primer paso para entrar en ese estado de tentativa, aproximación y juego que antecede el salto a la página.

Por aquellos días coincidí con un editor de gran prestigio que me preguntó si me traía algo entre manos. Aproveché la ocasión para hablarle de mi plan. Aquel hombre me dijo: “Si me lo preguntara a mí, la mandaría a echarle un vistazo a su propia juventud”. Empecé a precipitarme por un barranco de dudas. Conforme iba cayendo, escuchaba la voz del editor que me gritaba: “¡La mandaríaaaa a echarle un vistaaaazo a su propia juveeentud!”.

No es que fuera descabellado examinar mi juventud. ¿Cuántas veces empezamos a escribir una historia sobre los otros que acaba involucrando la propia experiencia? Abandoné la causa sin ni siquiera contestar la más importante de todas las preguntas. Luego, al cabo de algunos años, me enteré de que la escritora austríaca, Maxie Wander, entrevistó a 19 mujeres de su país para saber cómo eran sus vidas y cómo hubieran querido que fueran, qué soñaban, qué deseaban y, sobre todo, a qué habían renunciado. Esas conversaciones se convirtieron en Guten Morgen, du Schöne, traducido al español como Buenos días, guapa, un libro que se publicó en la República Democrática de Alemania en 1977 y que vendió más de 60 mil ejemplares el primer año de su publicación. En palabras de Wander, lo decisivo para empezar su proyecto fue averiguar “si una mujer tenía las ganas o el valor de contar cosas de sí misma”.

No llegué a preguntarme qué era lo decisivo para mí. ¿En qué momento había decidido que una voz “autorizada” debía validar mi idea? ¿Iba a tomar el camino fácil endilgándole el sambenito al editor o iba a aceptar mi falta de arrojo? Si no era capaz de confiar en mi instinto, debía dedicarme a otra cosa. Cualquier cosa que no demandara ningún riesgo. Escribir, no. Escribir es una cuestión de coraje.

sorayda.peguero@gmail.com

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martha luucia gutierrez(76339)03 de agosto de 2025 - 08:51 p. m.
Fabuloso escrito. Fresco, bonito y muy ingenioso. Felicitaciones
Alejandro Cruz(20536)03 de agosto de 2025 - 03:36 p. m.
Soraya, mil y mil.
William Restrepo(5wyub)03 de agosto de 2025 - 07:21 a. m.
Una delicia leer su columna!
Michel(00751)02 de agosto de 2025 - 05:43 p. m.
Las Musas eran hijas de Zeus y Mnemosine (La Memoria).
Ulises20(10892)02 de agosto de 2025 - 04:45 p. m.
Casi siempre escribimos sobre nuestras vivencias en tercera persona. Incluso, cuando escribimos en primera. Eso es literatura, Zorayda, afortunadamente .
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