Chirimía sobre el río

Tatiana Acevedo Guerrero
26 de noviembre de 2017 - 02:00 a. m.

Un legado trascendental de 2017 fue la sentencia de la Corte Constitucional que reconoció al río Atrato como sujeto de derechos. Mientras reportajes y noticieros afirman que es “urgente que las poblaciones aledañas salven el río”, estas comunidades ribereñas saben que sus relaciones con las corrientes del Atrato son tan fluidas que no tiene sentido hablar de unos y otros. Por el contrario, “salvar” al río es lo mismo que mantener a flote la región. En palabras de Maryuri Mosquera, una de las lideresas que hoy conforma el grupo de guardianes del Atrato, “velar por el cumplimiento de la sentencia es garantizar la supervivencia del pueblo chocoano”.

¿Cuál es el límite entre el río y los pueblos que lo habitan? En la cotidianidad de las actividades de minería de oro y platino se hacen borrosas estas fronteras. La minería de oro, en sus modalidades y excesos, es una herencia anterior a la república. Usualmente, afirma la Corte en su sentencia, sólo el 10 % del mercurio agregado a un barril se combina con el oro para formar la amalgama” y el restante 90 % sobra y se lanza al agua del río como desecho. Al mezclarse con el agua, ese mercurio se transforma en otra cosa, llamada metilmercurio. Este, creado por la actividad de humanos (minería) y el agua del Atrato, se mueve a través del agua, los peces y las plantas. Y los trasciende, pues a través de ellos penetra también los cuerpos humanos. Se convierte en otro elemento peligroso. Uno que se hace parte de la sangre de las personas. De acuerdo con el Centro de Estudios Tierra Digna, una investigación hecha con 160 personas en la cuenca del río Atrato y afluentes, sus niveles de mercurio en la sangre son altos (60 puntos por millón, cuando el promedio mínimo mundial considerado aceptable es de 0,5 puntos).

Así, el río son también las más de 3.600 especies de plantas que riega, las piedras que están en su profundidad y las icoteas del Atrato que con sus manchas de colores amarillo, naranja y rojo llegaron a la cuenca para quedarse hace 2,5 millones de años. De él hacen parte las subiendas de bocachico, de boquiancha, de dentón, de bagre, doncella y mojarra. “Para nosotros es todo el río Atrato”, explicó Bernardino Mosquera, guardián del Atrato, en un especial próximo que se emitirá por Contravía. “Porque el río Atrato nos sirve de transporte, nos sirve de alimentación, nos sirve de acueducto, nos sirve de alcantarillado. Todas las necesidades básicas de nosotros están en el río Atrato. Es la vida, ahí se da la agricultura, la minería, la pesca, las diferentes actividades culturales, religiosas, todo lo hacemos a través del río”. Seguidamente Maryuri Mosquera describió su relación con el río como mujer. “Nosotras tenemos un vínculo especial”, dijo, “las tareas del hogar suelen estar en nuestras manos y el río es esencial para eso. Bañar a nuestros hijos, cocinar, lavar. Dependemos de él y por eso es importante sanarlo”.

Los Guardianes de río, gestores comunitarios del cumplimento de la sentencia, estarán esta semana en Bogotá. Además del lanzamiento de un libro de distintos tipos de relatos sobre la cuenca, se abren semanas de literatura, artes visuales, danzas y música. Expresiones que tienen en común, todas, el cuidado de la memoria. No sólo del río, sino de su relación con la gente. Hay que recordar que fue a través de chirimías, a inicio de los 90, que las comunidades advirtieron sobre el proceso de sedimentación del río a través de un disco que se llamó “Majestuoso río Atrato”.

Pese a las razones para el pesimismo, que pasan por una reflexión sobre el tipo de desarrollo nacional, los problemas de orden público y las deudas históricas que el país andino tiene con la región, los guardianes del río abren ventanas para imaginar otros mañanas. La forma en que se han apropiado de la sentencia y en la que reivindican cada rincón de sus vidas en el río es una invitación a la esperanza. En palabras del padre Sterling Londoño, que compuso una canción a las orillas del Atrato: “Con enfoque ecocéntrico nos enseña esta tutela, que la tierra no es del hombre, sino el hombre de la tierra. Desafío es protegerla como una entidad viviente, porque si ella se sostiene eso le sirve a la gente”.

 

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