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Lo roto por lo descocido

Tatiana Acevedo Guerrero

02 de febrero de 2025 - 12:05 a. m.
“Una 'biodiverciudad' es a veces sólo una oportunidad de negocios”: Tatiana Acevedo Guerrero.
Foto: Alcaldía de Barranquilla - Alcaldía de Barranquilla

“Barranquilla ha puesto de manifiesto la necesidad de realizar esfuerzos de recuperación ambiental así como de fomentar la cohesión social por medio de proyectos transversales” explica El Heraldo. Celebrando los proyectos verdes de los 17 años de alcaldías de la casa Char, el periódico se regocija con uno de los más ambiciosos, el Ecoparque Ciénaga de Mallorquín, que consolida a Barranquilla como una “biodiverciudad”.

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En los últimos tres años El Heraldo nos contó, por ejemplo, que el mentado Ecoparque tiene gran “biodiversidad visual”, conformada por “ecosistema restaurado de manglar, agua, paisaje e infraestructura”. E informó que se trata de un espacio segurísimo pues por petición del alcalde Char, la Policía Metropolitana de Barranquilla “brinda un acompañamiento humano y logístico permanente a los ciudadanos que llegan a disfrutar de este parque”. Además de seguro, se trata (en palabras del propio Char) de “un tesoro natural” y un “hotel y restaurante para muchas aves que aquí se alimentan y se refugian”. Por su cuenta, su copartidario y predecesor Jaime Pumarejo habló de la zona y la ciudad en general, un sitio para aprender sobre biodiversidad: “un aula viva”.

No habla tanto El Heraldo sobre el megaproyecto hermano construido a pocos kilómetros en Puerto Colombia. La Ciudad Mallorquín fue descrita por sus creadores (el Grupo Argos y constructoras como Amarilo y Marval) como un “proyecto de vivienda desarrollado con los mejores estándares urbanísticos y ambientales”, construido “en un área de 80 hectáreas, de las cuales en 45 se están desarrollando un total de 16.000 viviendas”. El brochure de la Ciudad afirma que (más que un conjunto cerrado) se trata de un parque que “en colaboración con el Instituto Alexander Von Humboldt” incorpora Soluciones Basadas en la Naturaleza. Estas soluciones “están enfocadas en convertir el parque en un refugio de diversidad biológica, promoviendo el bienestar ambiental y ofreciendo un espacio donde la naturaleza y la comunidad conviven en armonía”. En plata blanca, hablamos de 16.000 viviendas, un supermercado Olímpica, 12 kilómetros de nuevas vías, 7.500 metros de ciclorrutas, ocho entradas y salidas vehiculares y 7.936 parqueaderos.

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7.936 parqueaderos. Solo ese dato da cuenta del tremendo sin sentido de ambos proyectos, construidos de manera simultánea al norte del Atlántico, entre el Río Magdalena y el Mar Caribe. Entre 2023 y 2024, el área metropolitana amanecía llena de polvo de cemento. Mientras se sembraban los manglares en el Ecoparque Mallorquín, se tumbaba el bosque seco para construir rápidamente la Ciudad Mallorquín. Mientras se invertían millones en purificar el aire del Ecoparque, se construían casi ocho mil parqueaderos para quienes tendrán que manejar hasta Barranquilla para ir a trabajar todos los días.

No es sorpresivo que hoy la Procuraduría General de la Nación, a través del delegado para Asuntos Ambientales, y el procurador Ambiental del Área Metropolitana de Barranquilla presenten una Acción Popular “para corregir y detener el desastre que se está produciendo”. La Acción denuncia la aprobación sospechosa del Acuerdo 013 de 2017 con el que el Concejo de Puerto Colombia “abrió la puerta” a Ciudad Mallorquín. La Procuraduría expidió también un informe técnico que alerta sobre la disponibilidad inmediata y suficiente de agua potable para las nuevas viviendas y determinó que “las aguas residuales de las miles de viviendas serán vertidas aguas abajo del río Magdalena”.

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Pero no sólo se trató de algunos concejales corruptos en Puerto Colombia. El frenesí inmobiliario alrededor de la ciénaga estuvo impulsado desde Bogotá y por negocios y gobierno en Barranquilla. Así las cosas, la zona es “un aula viva” para entender cómo una biodiverciudad es a veces sólo una oportunidad de negocios. Si la intención era ayudar a la ciénaga, hubiera sido mejor financiar los proyectos de los habitantes de La Playa, las Flores y bocas de Ceniza (que no vieron la bonanza de Ecoparque o Ciudad Mallorquín), para que pudieran restaurar el bosque de manglar y continuar con sus negocios de pequeño turismo popular.

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