Hace poco más de cuatro años, Fuad Char contó en una entrevista cómo, tras una reunión con Álvaro Uribe, “todos los dirigentes de Cambio Radical y de otros partidos le manifestamos nuestro apoyo a Iván Duque”. Una vez elegido gracias a este sostén, el presidente Duque pudo gobernar en llave con la bancada del grupo político en el Congreso. Específicamente, trabajó de la mano de Arturo Char, quien fue presidente del Senado y colaboró con las iniciativas del gobierno. En tanta sintonía, el gobierno actual nombró a varios personajes afiliados al grupo Char en cargos tan importantes como el Ministerio de las Telecomunicaciones, el de la Ciencia y en la Procuraduría.
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Así las cosas, el actual presidente se valió de relaciones, conocimientos, prácticas y estructuras electorales que otros y otras forjaron en el pasado. Estas últimas no son sólo de índole electoral. Componen en realidad unas formas de gobierno al nivel local, departamental y presidencial. Quien sí invirtió mucho trabajo en ellas fue el vicepresidente Vargas Lleras, que por una década hizo política exitosamente con Fuad Char. Char padre hace parte de Cambio Radical desde 2004. En el cubrimiento para las elecciones parlamentarias de 2010 se explicó cómo Vargas Lleras le apostaba a la familia entera para sumar curules luego del descalabro que su partido había tenido tras el descubrimiento de la parapolítica.
Por vía de Vargas Lleras llegamos rápidamente a hablar de infraestructura. Concesiones viales y aeroportuarias, túneles, dragados, muelles, megaobras, 4G, 5G. Todo el entramado de contrataciones de las últimas décadas está no sólo sazonado sino quizá cimentado en las conexiones que van de Bogotá a Barranquilla, pasando por cualquier otra ciudad. Conexiones que han establecido cercanos y cercanas no únicamente a los Char, sino a todos los que participan en las formas de gobierno descritas anteriormente.
Un ejemplo muy reciente lo presentó Jineth Prieto en La Silla Vacía, pues reveló que el gobierno Duque les vendió a la familia Daes y el contratista William Vélez (cercanos al charismo) el 28 % de las acciones de la empresa de agua Triple A (y el negocio se anticipa lucrativo). El mentado William Vélez, que es antioqueño, pero tiene negocios en el Caribe, Antioquia, Risaralda, Tolima, Valle y Cundinamarca, hizo noticia al comienzo de la década del 2000, debido a su relación de amistad con Álvaro Uribe y por haber financiado sus dos campañas presidenciales, así como el referendo reeleccionista.
“En las audiencias de Aida Merlano se mencionó al Gato Volador” dice tirando risa un analista de radio. “También está involucrado el Oso Yogui”, le contesta una colega y otro describe la situación como parte de la “picaresca local”. También usando estos motes se han titulado notas en prensa escrita, cuando no se está recurriendo a insinuaciones sobre infidelidades y otros pormenores que suenan exóticos. La historia, con todo y los votos comprados y los “mochileros”, parece quedarse encerrada dentro de una supuesta pillería del Caribe. O de los políticos de clima (sangre) caliente. Al hablar del asunto en los podcasts, se usan incluso las gaitas de carnaval para darle ambiente folklórico a las acusaciones.
Nada sobre las relaciones, conocimientos, prácticas y estructuras electorales ni sobre las formas de gobierno (local, departamental y presidencial) que soportaron todo el andamiaje. Que fueron incluso las de la paz. De cómo Alejandro Char fue alto consejero para las regiones de Juan Manuel Santos. Ni cómo Arturo Char le hizo campaña nacionalmente al plebiscito por la paz. Ni sobre cuando el entonces presidente Santos le impuso la Medalla Cruz de Boyacá a Fuad Char, como un reconocimiento a su trayectoria de servicio a la comunidad. O más atrás. Antes incluso de Uribe. Cuando Fuad Char y el líder César Gaviria sellaron sus primeras alianzas electorales luego de que se conocieran durante el gobierno de Virgilio Barco (1986-1990), del que fueron ministros.
