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¿Fiebre de malaria…? ¿Fiebre de inflación…? ¿Fiebre de libertad…? ¿Fiebre amarilla…?

Tatiana Acevedo Guerrero

21 de diciembre de 2025 - 12:05 a. m.
“La epidemia de zika dejó un legado de recuerdos dolorosos y dificultades de salud en muchos barrios del país”: Tatiana Acevedo Guerrero.

Publicado en 1971, el tema “Yellow Fever” de Fela Kuti habla del contexto específico de Nigeria. Para mí, sin embargo, siempre ha resonado de manera más universal: los zancudos y las enfermedades que transmiten (dengue, fiebre amarilla, zika o chikungunya) están cargados de política, moldeados por momentos históricos particulares y por desigualdades persistentes.

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“Yo digo: díganles, que escuchen… Hermana mía, ¿quién dice que estás bien?… Mentira, no estás bien en absoluto”, canta. Fela Kuti alude a los desafíos de una Nigeria poscolonial (la independencia se logró en 1960), a las relaciones de poder y a las heridas coloniales que carga la población.

Más cerca de acá, en el Caribe, tenemos nuestras propias canciones. En “Zancudo”, el grupo venezolano Bacalao Men invoca al mosquito Aedes aegypti, la enfermedad, los analgésicos y el clima político: “Un mosquito me picó no sé de qué color será. Será de patas coloradas o de rayitas en los pies. De pronto empecé a delirar cuarenta e’ fiebre aluciné. Cincuenta pepas de Atamel viendo noticias en la tele. La cosa no está bien creo que este mundo se va a reventar. La fiebre sigue sin bajar ese zancudo no para de volar”.

Hace dos semanas escribí una columna para conmemorar los diez años de la epidemia de zika, que dejó un legado de recuerdos dolorosos y dificultades de salud en muchos barrios del país (de acuerdo con el Sivigila del Instituto Nacional de Salud, el total de casos notificados entre 2015 y 2016 fue de 106.659 con altísimo subregistro). Algunas personas señalaron que la respuesta del Ministerio de Salud de entonces, bajo la dirección de Alejandro Gaviria, había sido ejemplar. No lo fue, por dos razones.

La primera razón es que la enfermedad se presentó como una anomalía, en lugar de reconocerla como parte de la cotidianidad nacional. “¿De viaje por Colombia?”, decía una de las piezas de comunicación del ministerio de entonces. Bajo ese título aparecía un mapa del país con puntos rojos grandes en los lugares donde circulaba el virus y puntos verdes en aquellos donde “no circula el zika”. El subtítulo advertía: “Si vas a visitar lugares con clima templado o cálido recuerda siempre: usar ropa de manga larga y repelente, dormir con mosquitero y no dejar abandonados recipientes en los que se pueda empozar agua”.

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La paradoja es que el mapa muestra 28 puntos rojos y solo 4 verdes. Es decir, la campaña estaba dirigida a quienes vivían en esos cuatro puntos “verdes” (Cundinamarca / Bogotá incluida, Boyacá, Caldas y Nariño), una minoría, y no a la mayoría del país (los 28 departamentos restantes). Lo que importaba era la minoría, no sólo en lo que concierne a la extensión de tierra y el tamaño, sino también en el total de la población. Pues aunque Bogotá supera los siete millones de habitantes, de acuerdo con datos del DANE, si se suman Bogotá, Cundinamarca, Boyacá, Caldas y Nariño, vivirían en conjunto 15’536.363 personas, aproximadamente el 29,28 % de la población nacional (53’057.212).

La segunda razón fueron las medidas propuestas. ¿Cómo “dejar de empozar agua” si, además de los problemas de recolección de basuras a nivel municipal (que hacen que la lluvia se estanque en recipientes y desechos), en ciudades como Buenaventura, Villavicencio o San Andrés entre el 60 y el 70 por ciento de los hogares almacenan agua porque el servicio no llega de manera regular?

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Además, durante la contingencia por zika, el Ministerio de Salud lideró una “respuesta explícita de salud sexual y reproductiva”, centrada en sugerir a la población “postergar el embarazo y acceder a información y servicios sin barreras”. En particular, la Circular 013 de 2016 fijó lineamientos para la provisión efectiva de métodos anticonceptivos (incluida la anticoncepción de emergencia y el condón). Aunque suena bien, esta estrategia trasladó de forma desproporcionada la carga a las mujeres, especialmente aquellas en barrios con problemas de recolección de basuras y agua potable. La estrategia asume además que postergar el embarazo es una decisión libre, simple y fácil de ejecutar.

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