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Geografías químicas

Tatiana Acevedo Guerrero
06 de marzo de 2022 - 05:30 a. m.

Los compuestos químicos sintéticos son parte del aire, el agua, los paisajes y cuerpos humanos. En Colombia son varias las investigaciones sobre las geografías del glifosato. En el país este compuesto químico es utilizado en la eliminación de malezas en cultivos de arroz, banano, café, palma africana, algodón, cacao y flores. En los cultivos de caña de azúcar se usa también para madurar las cosechas.

Entre nosotros el glifosato no sólo es usado como insumo agrario. Como nos explica la profesora Diana Ojeda, también es esgrimido como arma de guerra. Como han demostrado organizaciones sociales y académicas, este glifosato lanzado desde helicópteros está aún más presente en plantas y aguas. Esto, pues la cantidad usada en la erradicación de cultivos es de 10,4 litros por hectárea, cuatro veces más que el uso recomendado del producto para la agricultura comercial. El Estado usa además productos tóxicos como el Cosmo-flux 411F y el N-Nitroso Glyphosate como coadyuvantes en la fumigación forzada.

Pero no todas las geografías químicas se arraigan en cosechas y campos. Por estos días de epidemias de dengue son muchos los programas de fumigación que se abren paso entre los barrios. En Atlántico, Córdoba, Bolívar y el Valle, las cifras de contagios llevan a que secretarías de salud se concentren en lo que se llama “control químico larvario”. En contextos como el cartagenero, que en 2021 registró el número de casos de dengue más alto de su historia, la prioridad es controlar los focos de reproducción del mosquito Aedes aegypti. Valdría la pena, sin embargo, asumir las mentadas fumigaciones con cuidado.

Las historias relacionadas con la epidemia de Zika que en 2015 afectó principalmente a ciudades de Brasil y Colombia nos dejaron varias moralejas. En aquel entonces se supo cómo casos de microcefalia en recién nacidos eran causados por mujeres embarazadas infectadas con Zika. El virus, se nos explicó, infecta y mata las células que forman el cerebro, dificultando su correcto desarrollo. Pero algo no cuadraba: ciertas regiones del noreste de Brasil vieron muchos más casos de microcefalia que otras con casos de contagio similares. Universidades y entidades gubernamentales comenzaron a cuestionar si podrían estar en juego otros factores que intensificaron la epidemia en algunos lugares.

La atención se centró en el Piriproxifeno, un pesticida aprobado a nivel mundial que se usó de forma intensiva en las fumigaciones que autoridades de salud realizaron en las regiones con mayor número de casos de microcefalia. Un grupo de profesores liderados por Pieter Vancamp demostraron en un estudio reciente que el pesticida puede exacerbar los efectos ya graves que tiene el virus en el desarrollo del cerebro fetal. Aunque las fumigaciones usaron bajas concentraciones del insecticida, siguiendo lineamientos de la Organización Mundial de la Salud (que establece que el Piriproxifeno se acumula en el medio ambiente durante años y finalmente llega al cuerpo humano), estas causaron daño. “Como los bebés y los fetos generalmente absorben o acumulan más sustancias químicas que los adultos, pueden correr un mayor riesgo”, concluyó el estudio.

El uso de insecticidas en el marco de epidemias de dengue y de convivencia cotidiana con el mosquito no se limita a las fumigaciones por cuenta de las entidades de salud. En general, las familias en los barrios afectados década tras década invierten en insecticidas para fumigar dormitorios, patios, baños y salas. Mientras que las tiendas de barrio venden productos para repeler y matar mosquitos, pequeños negocios también ofrecen servicios “profesionales” de fumigación con pesticidas, que las familias contratan una vez cada uno o dos años. Espirales de efecto prolongado, pastillas termoevaporables, insecticidas líquidos para diluir en agua y aerosoles son desarrollados en pequeñas fábricas de ciudades colombianas. Los permisos y en general la regulación a estos productos de venta libre son laxos y desorganizados. Las familias asustadas ante los casos de dengue los compran todo el año. Geografías químicas se consolidan así al interior del hogar.

 

Eduardo(52171)07 de marzo de 2022 - 01:06 a. m.
Pero, no saca conclusión alguna. Nada concreto?
Orlando(n4yrx)06 de marzo de 2022 - 05:09 p. m.
Me parece interesante, ya que estás alertando sobre no respaldar el uso de insecticidas indiscriminadamente. Es importante que las entidades del estado publiciten y orienten la forma adecuada de realizar fumigación en los hogares por entidades privadas o por iniciativas individuales. En esto no veo a salud pública informando, sino que existe "un sálvese como pueda". Más ingerencia del estado.
Héctor(00564)06 de marzo de 2022 - 05:03 p. m.
Juiciosa y muy bien documentada su columna. En Colombia, en el caso de las fumigaciones con glifosato, ocurre como el marido engañado que quema el colchón para eliminar la infidelidad de su mujer. Aquí se prohibe ese herbicida para la coca, principal enemigo del Colombia, pero, se autoriza para fumigar arroz, caña de azúcar y otros cultivos agrícolas sin restricciones de ninguna naturaleza.
Álamo(88990)06 de marzo de 2022 - 03:14 p. m.
A propósito de "geografeas", hay que decir que la de la corrupción mata tanto como la de los pesticidas, sin hablar de la marginalidad provocada. Lo más grave es que aquí, en nuestra geografía, van de la mano siempre. Ese trío de mosqueteros de miedo puede más que todos los mosquiteros juntos. En las urnas hay que empezar a acabarlos, ¡ya!!
Atenas(06773)06 de marzo de 2022 - 01:41 p. m.
Como del asunto mucho conozco de manera directa, y más cuando nos hemos y me he visto sin otra alternativa, decidnos, vos, q’ tanto conocimiento derrochas y a wikipedia consultas, ¿qué hacer en medio del daño q’ tales plagas causan? ¿Acaso aplicar agua bendita o valernos de rezos? ¿O tal vez suplicarles una reconciliación o suscribir otro indigno acuerdo de paz con esos bichos? Soy Garrick.
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