OCHO MIL ESTUDIANTES NO HAN iniciado clases en el sur del Atlántico. Los planteles oficiales en los que se encuentran matriculados siguen siendo utilizados como albergues para quienes perdieron todo durante la temporada invernal.
En total fueron 57 mil los alumnos que no comenzaron sus clases a tiempo, pues las instalaciones de sus colegios debieron ser desocupadas y reparadas. La Secretaría Departamental de Educación anuncia que ya invirtió $1.500 millones, que se entregarán escritorios y kits educativos y que en los municipios en los que faltan colegios por desocupar, se arrendarán viviendas para iniciar las actividades escolares.
En cuestiones de educación, cada día que se pierde empeora la tragedia que representa para un país tener a ocho mil niños en la casa mientras los otros de su misma edad iniciaron el año escolar hace ya dos meses.
Y quien sienta que el calificativo “tragedia” es exagerado, piense por un instante en las características del modelo educativo colombiano. Descomunalmente clasista, con excelentes ofertas en educación privada e instituciones públicas que han aumentado la cobertura pero no la calidad —como lo demuestran, con humor negro, las Pruebas Saber de los últimos años—, los pobres estudian (en colegios mediocres) con más pobres y los ricos (en colegios buenos) con más ricos.
Están además las diferencias entre las ciudades y la llamada “zona rural”. Ya para tercero de primaria la diferencia entre la formación de un estudiante de una escuela pública de provincia y la de un alumno de colegio privado, citadino y bilingüe, es abismal. Insalvable, dirán algunos. (¡Y si a esto se le suma no poder iniciar clases a tiempo!).
Ante el panorama, no puede uno sino preguntarse si las autoridades, para arrendar las viviendas, están esperando a que el resto de colegios del país entre a vacaciones de Semana Santa y si, con la misma lógica, entregarán los escritorios, libros y lápices prometidos durante las vacaciones de mitad de año.
