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Al menos 19 personas han muerto en Jamaica en medio del huracán Melissa, según informó la ministra de Información el día viernes. Como casi siempre en el Caribe, lo más duro para las mayorías está apenas comenzando pues, mientras continúan las labores de búsqueda y rescate, la gente está pasando trabajos y las autoridades no han llegado ni llevado la ayuda suficiente a las zonas más afectadas. Gran parte de la isla sigue sin electricidad. Varias regiones llevan días sin agua potable y los alimentos comienzan a escasear. Las comunidades intentan componer un poco sus casas, muebles y electrodomésticos. Todo está dañado, pasado por agua o lodo. Según informó el gobierno, las agencias de ayuda y el ejército están trasladando suministros desde Kingston por tierra, pero las carreteras siguen intransitables, entre árboles y postes caídos. El oeste del país está prácticamente aislado, esperando la llegada de alguna ayuda.
En Haití, que es el país con mayor población del Caribe, 12 personas murieron cuando el río Digue se desbordó y no se tienen mayores cifras concretas, pues las autoridades no han podido comunicarse con todas las zonas afectadas. Mientras escribo esta columna, alrededor de 15.000 personas se encuentran alojadas en más de 120 refugios a lo largo de la isla. En Cuba, donde el huracán tocó tierra el día miércoles, el gobierno reporta que alrededor de 240 comunidades han quedado incomunicadas debido a inundaciones y derrumbes.
Habrá quien piense que los huracanes son una constante en el archipiélago. Pero esto es impreciso y lo cierto es que Melissa es un huracán particular (el más fuerte que ha azotado a Jamaica desde que existen registros) pues intensificó de manera especialmente rápida su velocidad y potencia. Investigadores de Climate Central, una organización norteamericana dedicada al análisis científico del clima, determinaron que durante la intensificación de Melissa, este pasó sobre aguas oceánicas excepcionalmente calientes, con temperaturas 1,4 °C por encima del promedio. Según la organización, estas altas temperaturas se hacen cada vez más probables debido a la crisis climática. En 2024 los océanos del mundo registraron sus temperaturas más altas de la historia.
Mientras se ha intensificado la temperatura del océano, se han movido los Estados Unidos a la derecha. La agencia USAID ya no existe. Con unos 800 empleados especializados en ayuda humanitaria y un plan de acción detallado para manejar desastres como huracanes, USAID “trabajaba con los gobiernos y embajadas de la región en la preparación para la temporada de huracanes”. Esto incluía el envío de suministros, alimentos de emergencia y kits de artículos básicos, almacenados en países especialmente vulnerables como Haití, y el despliegue de personal médico en el terreno. Tras los recortes de ayuda (que ahora parece encaminarse al desastre económico de Milei en la Argentina), estas acciones han sido eliminadas.
Puede ser este el momento de fortalecer las ayudas entre la América Latina y el Caribe. Y puede ser este el momento de pensar en reparaciones puntuales por las injusticias devastadoras del pasado.
El gobierno del Reino Unido anunció que destinará 7 millones de libras esterlinas para enviar suministros humanitarios “incluidos kits de refugio y linternas solares” a Jamaica. Pero más que caridades y linternas sin pilas, valdría la pena hablar de reparaciones climáticas (no sólo compensaciones económicas por un pasado colonial en que Inglaterra, Francia y España destruyeron los suelos y personas de Jamaica, Haití o Cuba), sino transformaciones en el sistema de préstamos y subsidios que redistribuyan poder y recursos a las comunidades del Caribe más afectadas por el cambio climático. Estas últimas tienen además poco que ver con el mentado cambio climático que, como el colonialismo y sus plantaciones de caña, también fue causado por las acciones (y la prosperidad) del norte.
Suena difícil poner a todo un país de acuerdo para pagar reparaciones, pero tal vez lo sea menos poner de acuerdo a una ciudad: Londres repara a Kingston, París a Port-au-Prince, Barcelona o Madrid a La Habana.
