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Gran pataleta armaron esta semana los señores que planean la fiesta por los 500 años de fundación de Santa Marta, que se cumplirán el 29 de julio de 2025. Al parecer, el Gobierno Nacional no asignará la plata que esperaban y para completar el ministro de las Culturas, Juan Correa, declaró que más que celebración, preferiría una conmemoración que reconociese las complejidades de la colonización (que significó la mentada fundación). El alcalde de la ciudad, Carlos Pinedo, calificó el impase como una “grave falta de respeto hacia nuestra ciudad, su historia y su gente”.
En la radio matutina le “llamaron la atención” al ministro y reprodujeron con bombo una carta pública escrita por Álvaro de Marichalar Sáenz de Tejada. “Las declaraciones son impropias de alguien mínimamente culto”, dice la carta que además afirma que el ministro “manipula y falsea la realidad dividiendo la identidad del pueblo colombiano que es indígena, español y africano por igual”. Santa Marta, dice, “cumple 500 años de mestizaje y cristianismo, 500 años de fusión”.
Luego de leer la carta (y sin explicar a los oyentes quién diablos es Álvaro de Marichalar Sáenz de Tejada), entrevistaron a Carlos Vives. Vives no está contento tampoco con las declaraciones del ministro. “500 años después aquí seguimos los mismos protagonistas de nuestra historia con un ingrediente adicional que es nuestro mestizaje”, explica, y aclara que al poner en cuestión las actuaciones del imperio español, “sembramos un relato de odio sobre nosotros mismos, sobre nuestro mestizaje, sobre nuestros campesinos, sobre nuestro pueblo”.
Al respecto, tres precisiones.
La primera, que no es Álvaro, sino Don Álvaro. Pues, según Wikipedia, De Marichalar es un aristócrata español: un Caballero Divisero Hijodalgo del Ilustre Solar de Tejada (la institución nobiliaria más antigua de Europa) y Caballero Hermandad Isabel La Católica. Es también “explorador y empresario”, muy conocido por manejar la moto acuática en el Caribe.
La segunda, que hasta mediados del siglo XVIII, gran parte de lo que conocemos como Magdalena seguía bajo el control de los pueblos nativos, que se resistieron contra las expediciones españolas. De acuerdo con el trabajo del profesor Alfonso Múnera, en la provincia de Santa Marta habitaban los indios chimilas, en guerra con los españoles desde los días iniciales de la Conquista en el siglo XVI. En 1778, narra Múnera, la población de chimilas, calculada en diez mil personas, empezó a ser exterminada a manos de los españoles. Para entonces, narra Múnera, “Santa Marta, primera ciudad y primer arzobispado establecidos en Tierra Firme, había perdido toda su importancia y se encontraba en la mayor ruina y casi que totalmente deshabitada, como consecuencia de la resistencia indígena”. A la resistencia de chimilas se sumó después la de “los negros cimarrones de los palenques” y la de “los miles de arrochelados que seguían prefiriendo la vida de los pantanos y ciénagas (a la de la esclavitud)”.
La tercera, que pese a que tanto Don Álvaro, como el alcalde y el cantante, sienten que la posición del ministro es divisoria pues los pobladores de Santa Marta son lo mismo: mestizos, indígenas, españoles y africanos por igual, lo cierto es que la ciudad está completamente fragmentada. Santa Marta amanece todos los días dividida. No por la fiesta de los 500 años, sino entre los conjuntos y edificios que tienen agua y los barrios populares que no tienen. La población más blanca no vive en esos barrios, ni tampoco los conoce. Barrios como el Juan XXIII llevan aproximadamente dos décadas sin suministro de agua potable regular. Hay quienes afirman que el acueducto no les manda agua porque las familias no pagan las facturas. Hay quienes afirman que no las pueden pagar. Esta semana la empresa de servicios públicos Essmar declaró que se “adelantan esfuerzos para la puesta en marcha de siete pozos y tres estaciones de bombeo, que se encuentran fuera de servicio”.
