Ante la falta de un esclarecimiento oportuno y juicioso de la toma y retoma del Palacio de Justicia, no existe hoy una versión oficial de los hechos (ni mucho menos una versión compartida por la población). El llamado "holocausto" se redefine cotidianamente.
Veintisiete años después, el empantanado recuerdo de aquellas dos madrugadas sirve de caballito de batalla para múltiples causas. Aprovechando el desorden, no falta el que se lanza con cualquier cosa. Así, ante la renuncia del cuestionado gerente del Fondo de Vigilancia y Seguridad de Bogotá, Polo Ávila, El Tiempo resaltó que el funcionario es socio fundador de Cobasec, firma que vigilaba el Palacio durante la toma. Y desde la radio, ya sembrada la duda, María Isabel Rueda se pregunta por las implicaciones de esta “coincidencia”.
Ahora bien, ¿qué está insinuando Rueda? ¿Que el alcalde Petro y Ávila tienen una relación cercana que se remonta a la época del Palacio? ¿Que Cobasec dejó entrar al M-19 al Palacio? Sobre sus “sugerencias”, varias precisiones.
En 1985 Cobasec prestaba un servicio de vigilancia privada en el Palacio, lo que se traducía materialmente en el trabajo de seis uniformados que, con revólveres de dotación, controlaban la entrada y salida de personas y carros. Meses antes de la toma, cuando se presentaron indicios de los planes del M-19, la vigilancia fue reforzada. Sin embargo, no lo fue mediante los servicios de esta empresa, cuyos empleados siguieron desempeñándose como celadores, sino mediante la intervención de la Policía Nacional. La forma en la que algunos miembros del M-19 ingresaron al Palacio vestidos de civil, usando tarjeta profesional de abogado o engañando funcionarios que desde adentro les autorizaron la entrada, está ampliamente documentada. Luego no fueron los celadores quienes los dejaron colar. Y como la mañana de la toma la vigilancia policiaca oficial había sido “misteriosamente” retirada, las primeras víctimas del ataque fueron Eulogio Blanco y Gerardo Díaz Arbeláez, celadores contratistas de Cobasec, quienes según algunas versiones no alcanzaron ni a utilizar sus armas.
Ante la falta de un esclarecimiento oportuno y juicioso de la toma y retoma del Palacio de Justicia, no existe hoy una versión oficial de los hechos (ni mucho menos una versión compartida por la población). El llamado "holocausto" se redefine cotidianamente.
Veintisiete años después, el empantanado recuerdo de aquellas dos madrugadas sirve de caballito de batalla para múltiples causas. Aprovechando el desorden, no falta el que se lanza con cualquier cosa. Así, ante la renuncia del cuestionado gerente del Fondo de Vigilancia y Seguridad de Bogotá, Polo Ávila, El Tiempo resaltó que el funcionario es socio fundador de Cobasec, firma que vigilaba el Palacio durante la toma. Y desde la radio, ya sembrada la duda, María Isabel Rueda se pregunta por las implicaciones de esta “coincidencia”.
Ahora bien, ¿qué está insinuando Rueda? ¿Que el alcalde Petro y Ávila tienen una relación cercana que se remonta a la época del Palacio? ¿Que Cobasec dejó entrar al M-19 al Palacio? Sobre sus “sugerencias”, varias precisiones.
En 1985 Cobasec prestaba un servicio de vigilancia privada en el Palacio, lo que se traducía materialmente en el trabajo de seis uniformados que, con revólveres de dotación, controlaban la entrada y salida de personas y carros. Meses antes de la toma, cuando se presentaron indicios de los planes del M-19, la vigilancia fue reforzada. Sin embargo, no lo fue mediante los servicios de esta empresa, cuyos empleados siguieron desempeñándose como celadores, sino mediante la intervención de la Policía Nacional. La forma en la que algunos miembros del M-19 ingresaron al Palacio vestidos de civil, usando tarjeta profesional de abogado o engañando funcionarios que desde adentro les autorizaron la entrada, está ampliamente documentada. Luego no fueron los celadores quienes los dejaron colar. Y como la mañana de la toma la vigilancia policiaca oficial había sido “misteriosamente” retirada, las primeras víctimas del ataque fueron Eulogio Blanco y Gerardo Díaz Arbeláez, celadores contratistas de Cobasec, quienes según algunas versiones no alcanzaron ni a utilizar sus armas.