San Andrés le ha hecho frente a tiempos de sequía, huracán, escasez de oportunidades y desempleo. El pueblo raizal, que se hizo a derechos territoriales y autogobierno durante los años 90 y conforma la mitad de la población, comparte la isla con paisas, costeños del continente, venezolanos y familias de Siria y Líbano. El turismo masivo, que es la principal fuente de empleos y atrae casi un millón de visitantes al año, ejerce una fuerte presión sobre sus aguas y suelos. Proyectos e infraestructuras mal diseñadas y mantenidas han contribuido a la escasez de agua. El Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales IDEAM registró sequías extremas en los periodos 1971-1972, 1982-1984 y 1997-1998, una sequía moderada en 1974-1975 y una leve en 1993-1995.
La profesora Carolina Velásquez nos ha explicado cómo, en el contexto del Fenómeno del Niño, una crisis de agua arreció y cómo, en algunas zonas, la situación fue en extremo dura. “En abril de 2016″, explica, el barrio Sagrada Familia recibió agua cada 41 días, el barrio Barker Hill cada 46 días y el barrio Courthouse cada 45 días”. Velásquez nos cuenta cómo a lo largo de la mentada crisis “el norte de San Andrés, donde se concentran el turismo y el comercio, siempre tuvo agua”.
Entre los más afectados estuvieron los barrios raizales. A los raizales les han quitado el agua y la tierra. En medio de tantas carencias, las mujeres de las comunidades se han organizado. Para remediar la sed, se ha cimentado durante décadas un sistema de agua autónomo, donde mujeres de todas las edades cultivan el agua de lluvia y de pozos subterráneos, que luego almacenan en cisternas. Al tiempo que aseguran el agua que es vital, las mujeres raizales, en especial las que viven en el centro y sur de la isla, en donde se construyeron muchos de los barrios más pobres, tienen jardines medicinales para mantener la salud. La altamisa, artemisa o ajenjo dulce abre el apetito, baja la fiebre y sirve como purgante contra parásitos. Las hojas de papayo se preparan como cataplasma para bajar las inflamaciones y el matarratón elimina los cólicos. Además de bregar para que fluya el agua dulce y predomine la salud, estas mismas mujeres han mantenido viva la lengua, enseñándola de generación en generación. El kriol no se oye mucho en los hoteles boutique o de cadena, pero es lo que predomina en los barrios y la vida de familia.
Todo esto no se logra mediante iniciativas heroicas ni individuales. Las raizales han logrado resistir y defender lo conseguido por medio de la acción colectiva. Esta es dificilísima y tiene reveses, desengaños, rencillas, momentos de pérdida, envidia y sacrificio. Pero siguen. Ojalá sean ejemplo no sólo en otras regiones, sino en el gobierno nacional.
No quiero tener una mirada cínica y pesimista para hablar del gobierno del cambio, como hablé de otros gobiernos. Quizá porque sigo pensando que muchos de estos, sobre todo los liderados por Duque, Uribe, Pastrana hijo, Turbay, Pastrana padre (y otros tantos atrás) fueron en extremo mediocres. O quizá porque creo en los propósitos, los diagnósticos y las raíces del proyecto que llevó a Petro al poder. Ojalá Petro se tranquilice, se tome un tiempo y se ponga serio. Que dentro del Pacto hagan pactos, sigan con lo que va bien (liderado por Muhamad, Velásquez, Carvajalino, Correa) y corrijan rumbos. Como decía un cartel el día de la posesión: “no nos fallen”. Que aprendan de las mujeres raizales que han hecho apuestas de largo plazo y poco protagonismo.