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Luces navideñas

Tatiana Acevedo Guerrero
23 de octubre de 2022 - 05:30 a. m.

Esta semana, la Alcaldía de Medellín y EPM anunciaron que la temática del alumbrado decembrino será la película Encanto, de Disney. El alcalde, Daniel Quintero, afirmó que la inversión será de unos $25.000 millones. Además, para usar los muñecos originales de Disney habrá que pagar permisos, traer diseñadores de Estados Unidos y desembolsar $890 millones. La prensa se quejó de que la temática no sea “antioqueña, como ha sido tradicionalmente”. Y hubo también quienes alertaron por el alto costo de la decoración.

Se podría pensar que se trata de un nuevo paso en falso del alcalde Quintero. Lo cierto es que, con loas al costumbrismo paisa u homenajes a Disney, el mentado alumbrado siempre ha sido costoso y nunca inofensivo. Esto pues, aunque EPM es una de las empresas más consolidadas y estables del país, en Medellín hay muchas desconexiones mensuales y muchos no alcanzan a pagar el recibo. Grupos de habitantes afectados por la desconexión han criticado por décadas el programa de luces navideñas, que decora con colores todo el recorrido del río Medellín durante diciembre. Para muchos, no tiene sentido que la empresa de servicios públicos financie el alumbrado público para las festividades navideñas, pero no ceda en las deudas de familias en los barrios de bajos ingresos. Para los usuarios que tienen problemas para pagar sus facturas a tiempo, el resultado puede ser la suspensión del servicio de agua o luz, seguida de la desconexión. El mayor número de viviendas desconectadas están en los estratos 1, 2 y 3.

En algunos momentos, como 2008, EPM ha intentado aliviar parte de la deuda de los usuarios con programas de reestructuración de deuda, reduciendo los intereses sobre los pagos. Así mismo, se han otorgado algunos alivios a poblaciones vulnerables, como las que fueron víctimas de desplazamiento forzado. Sin embargo, según datos de la propia empresa, lo invertido en estos alivios y programas de refinanciación de la deuda es menor que lo que se invierte en las mentadas lucecitas navideñas.

Habrá quien piense que estas prioridades tienen todo el sentido. Las luces son una tradición, las personas las disfrutan, atraen comercio y turismo, son bonitas e imponentes, representan un cargo que debe pagar la ciudad, han existido siempre y no se deben cuestionar. Pero tal vez otros sientan incomodidad al constatar que desde lo público se privilegia, año tras año, el consumo colectivo de luces festivas sobre el consumo de subsistencia de agua y luz en cientos de hogares.

Quizá podemos hablar de un fenómeno nacional de luces navideñas, que da prioridad a inversiones millonarias que desafían el sentido de comunidad en contextos de gran desigualdad económica.

Incluso en el Caribe, donde el servicio de electricidad es costoso e inestable, no hay espacio para aguafiestas que cuestionen estas prioridades. En esas ciudades, sin empresas públicas, las alcaldías hacen la inversión y recogen los réditos políticos del alumbrado festivo. Pequeños emprendimientos, tantas veces bogotanos, hacen su agosto vendiendo luces y diseños para iluminar navidades en ciudades y pequeños municipios de Bolívar, Cesar y Magdalena en los que a menudo los niños hacen tareas con velas porque se va la luz. Hace un año Santa Marta, una de las ciudades con mayor número de cortes de electricidad del país, invirtió en iluminados “mágicos” para “dejar en alto la imagen de la ciudad frente a turistas nacionales y extranjeros”. Entre tanto, en Barranquilla, el alcalde Pumarejo y la casa Char anunciaban “el alumbrado inspirado en las tradiciones: flores, ángeles, mariposas, estrellas fulgurantes, la fauna y la flora de nuestro Caribe”. Más de dos millones de bombillos fueron instalados. Algo inspirador para el goce de todos, si no fuera por el contexto de pobreza energética de grandes sectores de la ciudad que no pueden prender la luz.

 

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