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¿Quién fija la temperatura del mundo?

Tatiana Acevedo Guerrero
03 de diciembre de 2023 - 02:05 a. m.

En medio de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP 28, un informe de Oxfam y El Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo nos recuerda que, aunque el 1 % de personas más ricas gozan de vidas aisladas (en espacios acondicionados que no sufren de calor ni de frío), sus emisiones (5.900 millones de toneladas de CO2 en 2019) “son responsables de un sufrimiento inmenso”. Es decir, sus emisiones son directamente responsables de inundaciones, sequías, olas de calor e incendios forestales que recaen desproporcionadamente sobre comunidades pobres e históricamente segregadas. De acuerdo a cálculos de las Naciones Unidas, el 91 % de las muertes relacionadas con estos climas extremos se reportan en países en vías de desarrollo. Y 23 países (aproximadamente el 12 % de la población mundial) son responsables del 80 % de las emisiones históricas de carbono que se acumularon durante 161 años, desde 1850 hasta 2011.

Así las cosas, los gobiernos de potencias con altas emisiones, como Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido y China, están siendo presionados cada vez más para que asuman su responsabilidad. En esta y otras COP se les ha pedido a las naciones ricas que redistribuyan significativamente sus riquezas para pagar por proyectos de adaptación y mitigación en América Latina y el Caribe, África, el sur y sudeste Asiático (donde viven los menos responsables y más vulnerables al desastre). Mientras escribo esta columna, líderes de países como Bangladés, Barbados, Sudáfrica y Brasil logran que se fortalezca el Comité sobre pérdidas y daños de la ONU, que tiene este objetivo redistributivo.

En este contexto leo con sorpresa la columna de Andrés Hoyos sobre geoingeniería. Esta, según explica, “es la intervención activa y a gran escala de los humanos en los procesos que afectan, para bien o para mal, al planeta, en particular su calentamiento”. Con un tono condescendiente, Hoyos afirma que “entre la mayoría de los ambientalistas tradicionales” existe “una marcada reticencia a la geoingeniería”. Compara la geoingeniería con las vacunas y la penicilina (“¿acaso hay que frenar la experimentación porque algo no está probado?”). La equipara también con los paneles solares y las turbinas eólicas. Ironiza sobre agendas que buscan corregir el calentamiento global “mediante programas anticapitalistas utópicos y destructivos”. Se queja de que haya quienes piensan en la redistribución (“¿acaso el lucro todavía es pecado?”). Por todo esto, nos cuenta que está seguro de sus opiniones. “La geoingeniería es necesaria”, titula.

Al respecto, dos precisiones:

La primera, que casi nadie está seguro de nada en lo que tiene que ver con geoingeniería. Esta hace referencia a un conjunto de tecnologías especulativas para bajar las temperaturas globales interviniendo artificialmente en los sistemas climáticos de nuestro planeta. La más popular entre estas tecnologías es la pulverización masiva de aerosoles en la estratosfera para bloquear una parte de la luz solar entrante y enfriar el planeta. No se sabe, sin embargo, cómo afectaría a distintas regiones. Algo va de las vacunas y los molinos de viento a la intervención del sol.

La segunda, que más de 450 científicos climáticos y expertos en gobernanza de todo el mundo (y alrededor de 1.900 organizaciones de la sociedad civil) adelantan hoy un acuerdo internacional de no uso de geoingeniería solar. Advierten que apostar por la posibilidad especulativa de una futura capacidad de manejar el sol es un argumento poderoso para que la industria y los negacionistas del clima retrasen las políticas de descarbonización. Argumentan sobre todo que “el despliegue de la geoingeniería solar no puede gobernarse de manera justa a nivel mundial”. La pulverización masiva de aerosoles en la estratosfera, explican, es “ingobernable porque no existe un proceso plausible y legítimo para decidir quién fija la temperatura del mundo”. Entre los científicos que adelantan este acuerdo están los y las pioneras de tratados globales como el Acuerdo de París (no son precisamente “los ambientalistas tradicionales” de los que se burla Hoyos).

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Jorge(69952)07 de diciembre de 2023 - 06:09 p. m.
Gracias a A. Hoyos nunca volví a leer El Malpesante. El "intelectual" que votó por Rodolfo Hernández.
Constanza(d23tl)03 de diciembre de 2023 - 09:40 p. m.
Es que Andrés Hoyos pertenece a ese 1%, una razón más para no leer ni al petulante escritor y su elitista revista, el Malpensante
Sentipensante(72875)03 de diciembre de 2023 - 04:47 p. m.
Interesante columna Tatiana. Lo principal es descarbonizar el mundo, que ese 1% de la población sea menos egoísta y más solidaria, que asuma su responsabilidad. Paralelamente, que se busquen alternativas ecoamigables yque puedan ser de bajo costo. Salvemos nuestra casa única.
Yesid(xq8m1)03 de diciembre de 2023 - 12:47 p. m.
He must read "THE HEAT WILL KILL YOU FIRST" by Jeff Goodell!
Pipo Solarte(exbqo)03 de diciembre de 2023 - 12:21 p. m.
El culto sagrado a los beneficios de desarrollos científicos y tecnológicos cierra la visión a los efectos negativos de sus aplicaciones a gran escala y en diferentes usos. La energía atómica permitió generar energía barata pero también fabricar bombas que acaban millones a corto y largo plazo y causan el invierno nuclear. El malpensante del cacreco Hoyos se dejó deslumbrar por los espejos cientifistas de los neocolonizadores. Vamos veloces al desbarrancadero.
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