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Sección de detectivismo

Tatiana Acevedo Guerrero
11 de julio de 2021 - 05:30 a. m.

Se habla por estos días de los trabajos que grupos armados legales realizan por fuera de la ley. Si bien fue la guerra contra las drogas con su financiación estadounidense la que dotó a distintas unidades del Ejército y la Policía de grandes recursos, las actividades sospechosas de las Fuerzas Armadas tienen sus raíces en la violencia de mitad de siglo XX. Para 1950 el trabajo de la Sección de Detectivismo, que dependía del Ministerio de Gobierno, era oír y perseguir a distintos grupos. Sindicalistas, periodistas, personalidades del Partido Liberal, funcionarios públicos, escritores y escritoras eran seguidos y escuchados.

Varias carpetas de estas conversaciones duermen hoy en el Archivo General de la Nación, y en ellas pueden verse cuatro misiones que siguen quizás activas en cierta medida hoy. La primera tiene que ver con los sindicatos, que fueron perseguidos y hostigados, y sus conversaciones oídas minuto a minuto. En el “informe sobre Barranquilla” enviado al Ministerio en 1950 se comunicó, por ejemplo, sobre la pequeña imprenta en la que distintos mecánicos y maquinistas fluviales alistaban sus folletos para una huelga: “Están preparando actualmente, de acuerdo con el liberalismo, una huelga para lo cual poseen comandos en el barrio Rebolo”. En otro “informe sobre Cartagena” se comunica sobre el espionaje a la Confederación de Trabajadores de Colombia. “El señor Sabas Valencia, secretario de la CTC, llegó por vía aérea, se hospedó en el hotel Monterrey. Se dirigió a la estación del ferrocarril Cartagena-Calamar”. El informe cuenta también que, al encontrarse con más de dos sindicalistas al tiempo, el secretario fue detenido por los detectives por llevar a cabo “conferencias sin el debido permiso”. Otro de los informes extensos explica el porqué de una nueva misión: “Por considerarlo de importancia, decidimos mantener al Gobierno enterado del movimiento obrero en las empresas de Bavaria”.

La segunda tiene que ver con los pensamientos y planes de la oposición. En decenas de reportes se transcriben las conversaciones telefónicas del Partido Liberal durante los años de gobierno de Ospina Pérez y Laureano Gómez. En ellas se leen chismes, opiniones y preocupaciones. En una de estas un dirigente liberal en Bogotá le dice a otro: “Estoy comisionado para invitar a mis amigos a un cocktail político en casa de Fabio Lozano y Lozano, esto lo vamos a hacer cada ocho días en diferentes casas con el fin de tratar nuestros problemas y levantar centavos”. En dicho “cocktail”, cuentan los espiados, se discutirán “las burradas del Gobierno”. En otra de las llamadas interceptada hacia fines de 1950, hoy transcrita y encarpetada, un dirigente liberal en Boyacá le cuenta a una mujer activista en Bogotá sobre la situación de violencia en la región: “Yo no podría decir exactamente 100 muertos o 1.000, pero por los informes más aproximados era que había habido unos 500 muertos”.

La tercera tiene que ver con los extranjeros (y con una suerte de ansiedades raciales nacionales), pues detectives seguían a cuanto extranjero llegaba al país, temiendo la entrada de nuevas ideas comunistas. Detectives espían por ejemplo a un italiano de nombre Salerni, quien tras su llegada al aeropuerto se dirige a las oficinas de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC) a presentar una charla sobre “cómo la mejor inmigración para nuestro país es la de las razas del mediodía de Europa (Italia, Francia, España y Portugal)”. Al cerrar el informe, el detective manifiesta estar de acuerdo con el contenido de la charla.

La cuarta misión tiene que ver con controlar personas y grupos que, de tanto actuar por fuera de la legalidad, terminan saliéndose de madre. En una de las comunicaciones el jefe de la sección de detectivismo le dice a su mano derecha: “Deseo que usted disponga lo conveniente para que por la orden del día y en las reuniones de personal se notifique nuevamente a los detectives que les está prohibido darles a los presos un trato brusco. No pueden ni golpearlo ni darle ningún otro tratamiento que rebaje su condición humana, que es respetable. El incumplimiento a estas instrucciones se sancionará con la baja inmediata del responsable. Espero se me informe cómo se han cumplido estas órdenes”.

 

Miguel(14342)11 de julio de 2021 - 05:01 p. m.
1) "The Colombian "Black Hand": A Case Study of Neoliberalism in Latin America"; Norman A. Bailey, The Review of Politics, Vol. 27, No. 4 (Oct., 1965), pp. 445-464. [http://www.jstor.org/stable/1405502] 2) "The Colombian 'Black Hand' ", Juan Villamil, El Espectador, Julio 03, 2011. [https://www.elespectador.com/politica/the-colombian-black-hand-article-281729/]
-(-)11 de julio de 2021 - 04:56 p. m.
Este comentario fue borrado.
Contrapunteo(18670)11 de julio de 2021 - 03:21 p. m.
Si dedicara las próximas 10 columnas a escribir todo lo que se fraguó y la cantidad de chuzadas ilegales ordenadas por el dueño del Paupérrimo al bien acabado Das no alcanzaría a reseñar tanta porquería, tanto que J.M. Santos que no es ningún santito ordenó acabarlo, cuestión que hizo montar en ira y rabia y cólera a su mentor ,pues han salido a relucir sus fechorías. Pero acá no pasa nada.
Dion Casio(66071)11 de julio de 2021 - 02:10 p. m.
Había una familia colombiana cuyo nombre me reservo que venían de Canadá en tiempos de Mariano con interés en establecer una fábrica de papel, dada su experiencia. Solicitaron el permiso y el descarado de mariano les dijo que sí pero con la condición de que la mitad de las ganancias sería para él. Por supuesto la familia resolvió no desarrollar el proyecto.
Dion Casio(66071)11 de julio de 2021 - 02:06 p. m.
A propósito de mejoramiento de la raza, Lopez de Meza y Laureano consideraban que los indígenas eran una verguenza para Colombia por lo chiquitos, barrigones, bajitos y en fin feitos y que había que ELIMINARLOS.
  • Dion Casio(66071)11 de julio de 2021 - 02:13 p. m.
    Por supuesto contaron con la colaboración de la iglesia , VER EL LIBRO SIERVOS DE DIOS , AMOS DE LOS INDIOS.
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