Nos avisan medios internacionales que la tormenta tropical Bret está cerca del Caribe colombiano y “llegaría a La Guajira durante este fin de semana”. Al mismo tiempo, nos anuncia la prensa que durante los últimos meses los departamentos de Atlántico, Magdalena y La Guajira “han experimentado incrementos de hasta un 40 % en el consumo energético de los usuarios, pues las altas temperaturas y los picos en las olas de calor han obligado al mayor uso de sistemas de ventilación entre todos los sectores de la población”. No se trata (como lo dibujaría quizás un imaginario del altiplano) de unos hogares plenos de aires acondicionados. Se trata de comunidades que deben hacer ajustes razonables y básicos para vivir. Con temperaturas que rozan los 45 °C, hablamos principalmente de ventiladores y neveras, entre otros electrodomésticos. Entre tanto, en televisión y radio informan sobre la muerte de un menor de edad por desnutrición en La Guajira. “En lo corrido del mes de junio han fallecido cuatro niños de la etnia wayuu por desnutrición”, notificó RCN Radio. Por su cuenta, la Asociación Shipia Wayuu hizo un llamado al Gobierno nacional a través de Twitter. “De cada diez niños y niñas que viven en una ranchería, nueve sufren por algún síntoma asociado a la desnutrición” , denunciaron. “En las comunidades no hay vías, luz eléctrica, comunicación… la desigualdad, discriminación e irrespeto son la única presencia de un Estado deshumanizado”.
Con el Acto Legislativo 1 del 28 de diciembre de 1963 se creó el departamento de La Guajira, que en el pasado fue llamado intendencia y limita al oriente con Venezuela, al sur con Cesar y al occidente con Magdalena. Desde tiempos prehispánicos la península de La Guajira ha estado habitada por pueblos indígenas guajiros, macuiros, anates, wayunaikis, cuanaos y eneales. Ante la absoluta falta de inversión social estatal, las FARC comenzaron a hacer presencia durante la década de 1980. El ELN estableció sus campamentos entre el sur de La Guajira y los límites con el Cesar durante ese mismo período.
El departamento convocó titulares bogotanos en 1994 debido a una gran crisis de agua. “Como en el siglo pasado”, afirmó un editorial de El Tiempo, “el mayor problema que tienen los guajiros es el agua potable. Ninguno de los centros urbanos cuenta con adecuado suministro. También persisten problemas en los demás servicios esenciales: alcantarillado, aseo, electricidad, gas (a pesar de que tiene en su territorio el mayor pozo que se explota en el país)”. El escrito, que data de hace casi tres décadas, nos habla de la usual paradoja entre extractivismo y bienestar.
Muy poco después el paramilitarismo llegó a este territorio de la mano de Hernán Giraldo y sus ejércitos de protección del narcotráfico, y más adelante a través del frente Resistencia Tayrona. Abundantes escritos estatales y académicos nos han relatado cómo la entrada de los paramilitares a la Alta Guajira fue un proceso totalmente devastador para la región. En palabras del profesor Gustavo Duncan, estas tropas no guardaban “los mismos valores culturales de los grupos contrabandistas de la sociedad wayuu, que siguen normas y principios como la unidad social, la exclusión de las mujeres como objetivo militar y la identificación con una nación aparte, porque no consideran el contrabando una transgresión de las leyes”.
Mientras escribo esta columna, revela el Gobierno actual que se declarará una emergencia económica en La Guajira y que el gabinete despachará desde allí en los próximos días. Con todo y el escepticismo con que abrazo siempre las acciones del Estado (sobre todo en las regiones que no conforman al centro nacional), recibo la noticia con esperanza. En La Guajira la dupla Petro y Márquez obtuvo 162.849 votos (contra 85.101 de Rodolfo Hernández). Techo, agua, trabajo, pan, salud, educación, democracia, libertad, justicia y paz. Estas han sido las banderas de los pueblos del departamento durante décadas. Estas son, hoy, sus exigencias.