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En su biografía, el bailarín de ballet Fernando Montaño cuenta sobre una visita que hizo a Colombia hace algunos años. Montaño, quien nació en Buenaventura y para entonces bailaba en Londres, fue homenajeado e invitado a conocer a ministros y otros dignatarios, y a bailar durante la reapertura del Teatro Colón, en Bogotá. Luego, una vez en el aeropuerto El Dorado, fue interceptado por la policía justo antes de abordar el avión y acusado de llevar cocaína en el estómago. Tras un examen de rayos X, los policías le preguntaron por su oficio. Al responder, le dijeron que bailara para ellos antes de dejarlo ir. Él les pidió que le pusieran música clásica. Los policías lo obligaron a bailar reguetón. “Tomé el vuelo y me fui pensando en esa triste despedida”, cuenta en la biografía.
Montaño había hecho lo imposible. Pese al racismo trenzado con la idea misma de esta nación, la pobreza de la mayoría de habitantes del puerto (y del barrio Aguablanca en Cali, a donde su familia se mudó eventualmente) y la falta casi total de oportunidades, logró hacer arte. Forjó una carrera artística y trajo estabilidad y dignidad a su vida y la de su familia. La proeza se quedó corta ante el coletazo y la política de muerte que significa la guerra contra las drogas. Por eso la humillación en el aeropuerto.
Otro que logró lo imposible fue Junior Jein. Conocido también como el Caballo, nació en Buenaventura, tres años antes que Montaño, y fue entre el puerto y la ciudad de Cali que compuso y participó en la creación del género de la salsa choke. Pudo forjar una carrera artística y traer estabilidad y dignidad a su vida y la de su familia. Son sus canciones la banda sonora más reciente de la ciudad en la que nació y hay quienes coinciden en que, mientras Petronio Álvarez y Jairo Varela hicieron himnos locales con Mi Buenaventura y Buenaventura y caney, Junior Jein y el grupo Son de Ak escribieron el himno de hoy que se llama Turin Turan.
“Creo que soy un afortunado de haber nacido y crecido en Buenaventura”, afirmó Jein en una entrevista en 2020. “El primer puerto de Colombia, por donde ingresa y sale el mayor número de mercancía… asimismo pasó con la música”, explicó. “La música, antes de existir YouTube, entraba por Buenaventura físicamente a través del acetato, a través del casete. Toda esa riqueza musical me alimentó, me nutrió. He licuado en un solo recipiente todo este sabor”. Además de componer, en sus entrevistas había siempre una preocupación por el asidero material del arte: el sueldo que permitiría a distintas generaciones de mujeres y hombres del Pacífico tener certezas sobre el futuro.
Cuando un crítico musical le preguntó por qué algunos artistas urbanos cobraban por sus colaboraciones en canciones, Jein le aclaró con toda naturalidad que él también cobraba en ocasiones, pues “la intervención es parte de los portafolios de servicios de la industria musical y del negocio como tal”. Desde los días en que no pudo seguir pagando la universidad, era consciente de que ninguna economía naranja le iba a tender la mano. De la necesidad de organizarse, seguir los ejemplos de las viejas orquestas salseras que contaban con sus propios estudios, tener independencia y tiempo para componer.
Esta búsqueda por la estabilidad lo llevó no solo a participar como gestor cultural y mentor, sino a fundar en 2014 La Buena Aventura Musical, un proyecto con Bienestar Familiar y la fundación Chao Racismo, en que él y otros colegas les dieron cursos a niños, niñas y jóvenes en los colegios. El propósito de La Buena Aventura Musical era hacer que la música pudiera cristalizar como opción de vida. Por eso, años después, Jein contó que seguía recibiendo saludos y mensajes de jóvenes que habían tomado los cursos: “Me dicen, hey, Caballo, gracias por ayudar, gracias que ese proceso para mí fue importante. Hoy en día ya tengo mi sencillo, tengo mi música en las plataformas en Spotify, estoy recibiendo dinero de ahí. Muchas gracias porque ese es mi proyecto de vida”.
En el caso de Junior Jein, el coletazo de la política de muerte fue más lejos. No podrá seguir con su sello musical ni con su labor como gestor. Si la guerra contra las drogas sigue intacta, el Pacífico seguirá siendo caos y nada de lo que nadie haga para salir a flote será suficiente.
