Añoramos el hogar. La casa, el techo, la familia, lo conocido. El hogar se ha entendido, a través de la historia, como un espacio privado y separado de la calle y el peligro. En la publicidad y las canciones aparece como el lugar de la alegría, la seguridad y el confort, donde se puede buscar amparo del frío, la lluvia, el calor y los peligros. En el hogar, además, es donde se descansa y se aprenden las primeras cosas.
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A la vez que es, quizás, uno de los sitios más celebrados del país, el hogar puede verse también como uno de los más duros. Esto, pues en muchos hogares se enfrentan a diario las dificultades más complejas.
En primer lugar, los hogares sufren perturbaciones traumáticas como resultado de proyectos extractivistas que desembocan en reubicaciones forzosas. En la prensa de hoy se habla, por ejemplo, de los habitantes de Puerto Valdivia, cuyas casas fueron arrasadas por el río Cauca, en el marco de la inundación desatada por Hidroituango, que en 2018 fue categorizada como “tragedia social”. “En cinco años”, denuncian los habitantes, “reconstruyeron más rápido Hidroituango que Puerto Valdivia”. “Comenzamos desesperadamente a sacar lo poco que se podía salvar”, explicó Yeison Ladeu, y añadió: “La vivienda de mi hermana, de mi padre, y ver destruido todo por lo que había trabajado. Eso fue muy traumático”. Ladeu, abogado, es uno de los líderes de las protestas ante los incumplimientos de EPM para responder por lo que prometieron tras causar el desastre.
En segundo lugar, se siente la angustia de migrantes y refugiados que, en su mayoría, dejaron sus hogares en Venezuela e intentan reconstruirlos. “El 47 % de las personas con vocación de permanencia solo tienen acceso a dos comidas al día, el 82 % señala problemas con las condiciones de su vivienda, el 51 % sufre inseguridad alimentaria severa y el 7 % de los niños y niñas entre 0 y 5 años están en riesgo de desnutrición aguda”, expuso un informe reciente de la OIM y Acnur, que entrevistó en 3.000 hogares de migrantes residentes en Colombia.
En tercer lugar, son recientes los episodios en que grupos paramilitares destruyeron y destituyeron hogares. De acuerdo con la Comisión de la Verdad, “el éxodo masivo de personas que buscaban escapar de los horrores de la guerra resultó en alrededor de ocho millones de víctimas”. El desplazamiento se tradujo en la pérdida de identidades, comunidades y medios de vida. En días pasados la Fiscalía imputó al excomandante paramilitar Salvatore Mancuso y a otros 24 desmovilizados del bloque Córdoba por 2.023 casos de desplazamiento forzado.
En cuarto lugar, dentro de las experiencias cotidianas de vulnerabilidad están aquellas de personas sin hogar. El censo del DANE identificó, para 2021, 6.248 habitantes de calle en 444 municipios de Colombia. Ellos habitan en las calles desde hace cinco años o más. Entre las razones por las que empezaron a vivir en la calle, los entrevistados destacaron como principal el consumo de bazuco o pasta base. En su mayoría, esta población indicó que la situación que más los perjudica es el abuso policial.
Por último, pese a que lo pensamos como lugar seguro, el hogar es un sitio de violencia cotidiana contra las mujeres. Muchas veces las mujeres toleran esta violencia para no perder el hogar. Según el Instituto Colombiano de Medicina Legal, en 2022 los casos de violencia intrafamiliar aumentaron un 19,84 % con respecto a 2021. Hace unas semanas, en el Día de la Madre, Erikha Aponte-Lugo, de 26 años, fue asesinada en Unicentro tras años de sufrir maltrato doméstico.