Volvieron a hacerlo. Los nadadores subacuáticos colombianos brillaron en los Juegos Mundiales en Chengdu, China. La cosecha fue de seis medallas: tres de bronce y tres de plata. Cada año su desempeño es mejor. Esta vez, además de participar en natación con aletas, la Selección Colombia incursionó en la modalidad adaptada de la apnea, también conocida como el buceo a pulmón. En ambas disciplinas ganó medallas.
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No es casualidad. Detrás de cada aletazo hay años de entrenamientos silenciosos, de madrugadas en piscinas frías; de estudiar, trabajar y sacar tiempo para entrenar. Estos deportistas, casi imperceptibles, compiten contra el cronómetro, contra la presión del agua, contra la indiferencia de los medios y contra los recortes presupuestales. Su triunfo en China es, también, una lección de disciplina que merece más atención.
Colombia se ha convertido en un referente mundial de los deportes que se practican bajo el agua: la natación con aletas, el rugby y el hockey subacuáticos, la apnea, la pesca submarina y el buceo. Aun así, su buen desempeño contrasta estrepitosamente con la progresiva disminución de los recursos asignados por el Gobierno. El recorte presupuestal al sector Deporte, anunciado para el 2026, es de cerca del 80 % respecto al 2024. De no creerlo. Es vergonzoso y definitivamente constituye un cambio, una situación sin precedentes en el país.
Este recorte amenaza con asfixiar al deporte. No son solo cifras en un presupuesto: son horas de entrenamiento que se apagan, viajes que se esfuman y talentos que se hunden antes de alcanzar la superficie. No hace falta insistir en los beneficios sociales del deporte; a estas alturas es un hecho probado. Quitarle apoyo es devolver a comunidades enteras a un lugar oscuro. Ojalá no suceda. Por lo pronto, nos quedan los deportistas; seres extraordinarios que, incluso en las peores circunstancias, siguen moviendo el mundo. Así, imperceptibles, como el aletear de las mariposas que, bajo el agua, desatan la tormenta.