Los viernes después de las cuatro de la tarde cierro el computador. Me estiro, salgo de ese mundo que tiene vida solo en mi cabeza y a continuación me lavo las manos. Mi niña de tres años, que a esa hora juega sola o con una amiga que nos visita, se me acerca y me pregunta si ya vamos a comenzar. Le digo que sí y ella celebra. Entonces, saco la harina, la levadura, la batidora y juntas organizamos los ingredientes para hacer el pan.
A veces no quiero y negocio conmigo misma. Estoy ocupada, estoy cansada, estoy en un hueco y así estoy bien, gracias. En las últimas semanas, sin embargo, no he sacado las excusas porque es en este...
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