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Fe de errores: fijación genital


Teresita Goyeneche
02 de junio de 2024 - 05:05 a. m.
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En 2014 fui a una conferencia que el filósofo y escritor español Paul Preciado ofrecía en el marco del Hay Festival Cartagena. Yo era una veinteañera con muchas preguntas sobre el feminismo y las políticas del género, y la propuesta de Preciado miraba de manera crítica nociones como feminidad, masculinidad y normalidad. Las reconocía como ficciones políticas y, al hacerlo, proponía imaginar nuevas ficciones que no produjeran exclusión ni otras formas de violencia.

Salí de la conferencia confundida, así que seguí buscando. Durante los siguientes años cuestioné y suscribí posturas para luego reflexionar, renunciar a ellas o ampliar su campo. He leído testimonios y escuchado voces que suenan como lenguas extranjeras y otras que han sido más bien familiares. He aceptado con placer que a un costado de mi mundo, y dentro de él, hay otros mundos. Que para acceder a ellos basta con hacer preguntas con curiosidad genuina para luego hacer silencio y escuchar.

Uno de esos mundos a los que he tenido acceso es el de Abby Stein, rabina neoyorquina, activista trans y lideresa del movimiento Rabinos por el Cese al Fuego (#Rabbis4Ceasefire). La sigo desde hace años porque sus ideas sobre la espiritualidad y los rituales me acogen. Por eso, cuando, a principios de este año, aceptó darme una entrevista para la revista Bocas —de la casa editorial El Tiempo—, me emocioné. Sentía que aportaba a mi búsqueda y ofrecería herramientas para navegar por esos otros mundos posibles.

Para mi enorme decepción, cuando, en marzo, leí la publicación me di cuenta de que una línea había sido agregada a mi texto. La línea afirmaba —en seis palabras— que cuando Abby hizo su tránsito de género se había operado. Para nosotras, hablar de cambio de sexo había sido irrelevante porque en nuestras tres horas de conversación charlamos sobre judaísmo, misticismo, política, segregación, sobre ser mujer como categoría cultural, social y legal, y sobre defender la vida. Nunca pensamos en discutir sobre genitales y cromosomas.

Cuando tuve acceso a la revista impresa y leí la irrupción, llamé enseguida a Fernando Gómez, director de la revista, quien corrigió el texto en la versión digital. La versión impresa era irreparable. Dijo que hablaría con el editor Mauricio Silva y ofreció explicaciones que no daban cuenta de la violación editorial. Solicité tres veces una nota de rectificación en la edición siguiente. Ya han salido dos —la de abril y la de mayo— y aún no he recibido respuesta. Me pregunto ahora qué tanto cuidado puede darle una revista a un testimonio que aporta a este ejercicio de desidentificación, a esta construcción de una realidad menos violenta, si no pudo, para comenzar, ser leal a su periodista y su fuente.

Hablar sobre vidas trans demanda gran cuidado en un mundo que lentamente cambia de paradigma. Uno en el que quienes se resisten a aceptar su existencia se sienten amenazados por ellas. Ese temor, que es fuente de violencia contra el cuerpo y la dignidad de personas con experiencias diversas, es alimentado por información producida desde los prejuicios, la trivialización y el estigma. No paro de pensar en el rol de los medios y periodistas que creen tener certezas sobre los demás solo por un par de marcadores de identidad sin detenerse a hacer las preguntas necesarias.

Antes de escribir esta columna hablé con Abby, le conté lo que pasó y me disculpé. La escribo porque es una oportunidad para integrar nuevas preguntas a esta conversación que hoy, en medio de una crisis humana y planetaria, es más importante que nunca. Acá van: ¿cuál es el rol de los medios en la escritura de estas nuevas narrativas? ¿Por qué El Tiempo, que ha creado realidad durante más de un siglo en Colombia, piensa que puede agregar datos no comprobados a esta historia? ¿Por qué creen que no nos deben una excusa o, por lo menos, aceptar públicamente que hubo un error? Y, sobre todo, ¿por qué insisten en hacernos fijar en los genitales de los otros para reconocer su humanidad?

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socorro(2zr1g)04 de junio de 2024 - 04:13 p. m.
Con las opiniones del decimero de este domingo, Mallarino, y las insinuantes reacciones de Ana Bejarano, quedo planteada una sugerente, necesaria e importante reflexión y claridad de si una mujer trans es mujer o no. Ojalá, me imagino y deseo que la destacada Ana Bejarano preparará no solo una columna, invitará a Los Danieles, a Danielas trans y analistas sesudas para que aborden con ética y estética los estigmas o errores al respecto.
socorro(2zr1g)04 de junio de 2024 - 04:12 p. m.
Teresita, qué importante y necesaria su columna, pues la ignorancia, errores -no solo editoriales- y estigmas de las diversidades trans, pues como bien nos dices "Hablar sobre vidas trans demanda gran cuidado en un mundo que lentamente cambia de paradigma". Verbigracia, copio un comentario que envié a Ana Bejarano:
HUGO(31598)03 de junio de 2024 - 01:06 a. m.
Muy acertado el enfoque de la columnista, su sensibilidad frente al tema y su visión. Mas allá de toda definción, la única certeza es que somos humanos, personas, nuestra genitalidad no define la dimensión humana. .
PEDRO(85266)03 de junio de 2024 - 12:35 a. m.
todo un maravilloso articulo para contarnos que un o una trans se opero.
AMARANTO(u3to3)02 de junio de 2024 - 11:06 p. m.
Excelente defensa de la autonomía y la libertad sobre la manipulación y el conservadurismo de El Tiempo, en un tema complejo, pero que en últimas es definitivo en cuánto a la. Identidad y los derechos humanos.
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