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Rescate (y reforzamiento)

Thomas L. Friedman

27 de octubre de 2008 - 09:09 p. m.

EL DOS HA VUELTO. LA SEMANA PAsada, los precios de la gasolina al menudeo en Estados Unidos cayeron por debajo de los tres dólares por galón —quedando en un promedio de 2,91— su nivel más bajo en casi un año.

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¿Por qué esta noticia me deja con sentimientos encontrados? Porque  al atravesar por esta desgarradora crisis económica, con las tasas de desempleo subiendo y el programa 401(k) reduciéndose, un respiro en la bomba de gasolina sería una verdadera fuente de alivio para muchos estadounidenses. Los precios de la gasolina, actualmente en descenso, actúan como una reducción fiscal para el consumidor y pueden ahorrar entre 15 a 20 dólares por cada tanque lleno por una camioneta SUV de tipo familiar, en comparación con el momento en que la gasolina estaba en 4,11 dólares por galón, en julio.

Sin embargo, es imposible que  pase por alto el hecho  que, cuando la gasolina llegó a costar $4,11 por galón,  cambiamos... mucho. Los estadounidenses usaron menos el automóvil, contaminaron menos, se ejercitaron más, usaron más el transporte público y, lo que tiene mayor importancia, abrumaron a Detroit con exigencias de automóviles más pequeños y rendidores, que fueran híbridos y eléctricos. Las industrias de la energía limpia y eficiente registraron un crecimiento histórico: uno de los pocos motores restantes de los estadounidenses de la creación de empleos reales y de calidad.

Pero, con la escasez del crédito disponible actualmente para nuevas empresas del ramo de energía, los precios más bajos del petróleo que dificultan el ascenso de energías renovables como la eólica y la solar, así como una débil economía que vuelve casi imposible que el Congreso estadounidense apruebe un impuesto al bióxido de carbono o impuesto a la gasolina que haría más competitiva a la energía limpia, ¿qué será de nuestro retoño, la revolución de la tecnología limpia?

En lo personal, siento este momento como una mala repetición de una película clasificación ‘B’ de los ochenta. Y ya sé cómo termina: con nuestra readicción al petróleo y a la OPEP, así como a una corrosiva incertidumbre para nuestra economía, la balanza comercial, la seguridad y el medioambiente.

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“¿Acaso la crisis económica va a ser el final del verde?”, pregunta David Rothkopf, consultor de energía y autor de “Superclase”. “¿O, podría ser el verde la forma de ponerle fin a la crisis económica?”.

Tiene que ser esta última. No podemos darnos el lujo de tener un rescate financiero que no sea, al mismo tiempo, una acumulación verde; una acumulación de una nueva industria de la energía limpia que enderece a Estados Unidos y ayude al planeta. ¿Pero, cómo hacemos eso sin que haya una sola política que afecte el precio base de la gasolina y el carbono?

A continuación, algunas ideas: En primer lugar, Washington podría imponer una norma nacional de energía renovable que requeriría a cada empresa de servicio público en Estados Unidos producir 20 por ciento de su energía a partir de fuentes de energía limpia, sin emisiones de CO2  —eólica, solar, hidráulica, nuclear, biomasa— para el año 2025. Aproximadamente la mitad de los estados de la Unión Americana ya tienen estas normas operando, pero todas son diferentes. Si los estadounidenses tuviéramos un mandato uniforme y nacional, eso crearía un enorme atractivo interno por la energía renovable.

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En segundo, Washington podría imponer una norma nacional en cuanto a que cada estado convierta sus empresas de servicio público a un sistema de “desacoplamiento plus”. Este es el término técnico para cambiar la forma en que estas empresas ganan dinero; pasando de recibir un pago por la cantidad de electricidad o gas que le llevan al consumidor a recibir su pago por la cantidad de electricidad o gas que éstas logren que usted ahorre. Varios estados ya se cambiaron a este camino.

En tercer lugar, una idea ofrecida por Andy Karsner, ex subsecretario de energía, sería la de modificar el código fiscal para que cualquier empresa que invierta en nueva capacidad interna de manufactura para tecnología de energía limpia —o que procure cualquier sistema de energía limpia o aparato ahorrador de energía que sea producido por un fabricante estadounidense—- pueda deducir el costo entero de la inversión a través de un crédito fiscal y/o depreciación acelerada en el primer año.

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“Estoy hablando acerca de cualquier cosa desde ventanas eficientes en términos de energía y calentadores de agua hasta calentadores industriales y paneles solares, así como las instalaciones de manufactura, que crean empleos, que las producen; cualquier cosa que nos vuelva más eficientes, esbeltos y económicamente competitivos y que venga de una fuente interna, estadounidense”, dijo Karsner.

De manera similar, él sugiere que se use una parte del dinero de cualquier paquete de estímulos para ofrecer incentivos directos y respaldo a los esfuerzos de estados por poner en marcha y modernizar de manera inteligente sus códigos de construcción, a fin de lograr que las “mejores prácticas” ya bien establecidas lleguen rápidamente a sus mercados.

Por último, necesitamos que el siguiente presidente de Estados Unidos imponga tendencias con respecto a la eficiencia energética, empezando por reinventar el desfile de la toma de posesión. Desháganse de las limusinas largas y negras y de las camionetas Tahoe con doble blindaje, que avanzan muy lentamente por la Avenida Pensilvania. Más bien, dejen que el próximo presidente anuncie que él no usará un vehículo en el Día de la Toma de Posesión que rinda menos de 48 kilómetros por galón (3.785 litros). Él podría invitar a todas las empresas de automóviles a que participen en el histórico paseo con su mejor vehículo de fabricación estadounidense que sea eficiente e innovador.

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Finalmente, si el Congreso de Estados Unidos aprueba otro paquete de estímulos, no puede ser meramente otra ronda de cheques por 600 dólares para ir a comprar televisores de pantalla plana hechos en China. De manera similar, debe incluir puentes hacia alguna parte; inversiones enfocadas específicamente en la investigación científica, tránsito masivo, manufactura interna de tecnología limpia y eficiencia energética que nos convertirán en una sociedad más productiva e innovadora, con más habilidades, mayor competitividad, más productividad y mejor infraestructura para encabezar la siguiente gran revolución industrial, la tecnología energética, o TE.

* Ganador de su tercer Premio Pulitzer a comentarios editoriales en 2002 por sus columnas en ‘The New York Times’. c.2008-The New York Times News Service.

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