Muy agradecidas con el presidente Petro que nos llevó en la comitiva del paseo oficial a Arabia Saudita…sí, paseo, así le pique y le rasque a la cobarde envidia.
Nosotras le recomendamos a Gustavo que de pura pica se dedique al turismo en lo que le resta de su flojo mandato y que la oposición se muerda un codo.
Y los colombianos se lo agradecerán porque si se queda aquí de balde le da por convocar una asamblea constituyente de puros influenceres boquisucios.
La primera sorpresa fue cuando llegamos al aeropuerto de Riad porque nos obligaron a las mujeres a ponenos burka, esa bata horrible desde la cocorota hasta el tobillo con una miserable rendijita pa ver. Yo casi me orino de la risa porque la narizota de Tola le formaba una punta como de carpa de circo.
Una limosina mera elegancia nos llevó al palacio Al Yamamah, residencia del príncipe Mojamé Bin Salman, un tatabrón famoso porque (no nos consta) ordenó secuestrar y despresar al periodista crítico de su régimen Jamal Khashoggi, que entró ingenuamente al consulao de Arabia en Estambul por un pinche papel para casarse… y nunca salió.
Y vino la primera metida de pata de Petro porque quiso saludar de beso a la princesa Sara, esposa titular del príncipe Mojamé, y por allá está prohibido tocar la mujer del prójimo.
Mojamé gobierna con poderes absolutos (a Petro se le hizo agua la boca) y dice muy orondo que “por aquí no pegaron esos tales derechos humanos”, y lo tiene grueso pa decapitar gente.
Las decapitaciones se hacen en sitios públicos, delante del morboso que quiera soperiar, y se volvió un plan cultural del gobierno: “Decapitado al Parque”. Los principales descabezaos, que les mochan la testa con una cimitarra, son los homosesuales y hasta los que participan en protestas. Añora uno el Esmad.
En Arabia Saudita la mujer no puede salir sola, y si la encuentran en una cafetería sentada con un hombre que no sea pariente la meten a la guandoca y su propia familia la boletea.
Apenas hace poquito le permitieron a la mujer manejar carro, pero no le permiten parquiar en reversa ni prender empujao, ni puede lavar el carro en chores y camiseta ombliguera.
La mujer lleva del bulto porque es legal la poligamia y los hombres pueden tener cuatro o cinco esposas, y los más pudientes tienen harén (50 o más esposas). Y no falta el conchudo que teniendo un harén le pone los cachos con otro harén.
Una cosa buena de la cultura árabe es que la mayoría de las mujeres usan burka negra, lo que da un toque bonito de igualdá social, pero sufren mucho las mujeres que no pueden ver a otra con un vestido igual.
La segunda metida de pata de Petro fue que le llevó de regalo al príncipe Mojamé, como mucha gracia, una caja de icopor con lechona, ignorando que está prohibido comer marrano.
Y la tercera metida de pata de Tavo fue en plena cena real, que dentró de contrabando media de güisqui (el licor es delito) y ya prendido le preguntó al príncipe hablando duro si su harén “acompasa el clítoris con el cerebro”. ¡Tragame tierra!
Lo más maluco que nos pareció del paseo fueron los inodoros árabes, que son un güeco en el piso y uno tiene que hacer las necesidades en cuclillas… y qué lidias pa uno volvese a enderezar con esta artrosis.
Viendo tan güete a Petro en el paseo le dijimos: Eh ave Tavo, vos tan hipócrita disfrutando los manjares de un tirano machista, en medio de un lujo impúdico y todo gracias al petróleo que tanto aborrecés. ¡Sos el San Antoñito de la política!
Payola. Tola y Maruja en Cali, noviembre 8: masboleteria.com