Queremos agradecer a la primera dama por danos la oportunidad de escribir el prólogo de su autobiografía.
PRÓLOGO AL LIBRO “EL OLVIDO QUE SEREMOS”
Ser primera dama no es tan mamey como los invidiosos creen. Empezando porque una inquivocación en la descogida de un vestido puede resultar fatal, como la famosa chaqueta de cartulina verde.
También es muy cuelludo pa la esposa del presidente tener que lidiar la tracamanada de busconas que rovolotean atraídas por el anfrodisíaco del poder. Y hacese la boba cuando le ponen cachos.
La pobre primera dama se chupa los insultos dirigidos al presidente. Y si es muy protagonista, pior, le pasa lo de Evita Perón, que los opositores de su marido escribían grafitis: “Perón promueve la educación y evita la prostitución”.
La primera primera dama que tuvimos en Colombia fue misiá Bachué, esposa del cacique Bochica, que pelió el título de primera dama en una disputa legal con las otras mujeres del mandatario.
En la Colonia se destacó doña Francisca Villanova, señora del virrey Amar y Borbón, recordada porque cuando los patriotas los iban a ahorcar ella conservó la calma y hasta le compuso a su marido el cuello de la camisa.
Después vino Manuelita Sáenz, compañera sentimental del presidente Simón Bolívar, que la gente vergaja le decía “la primera moza” y que fue la primera primera dama que organizó una Caminata de Solidaridá por Colombia.
Enseguida tenemos a Doña Enriqueta Vásquez, cónyuge del presidente godo Mariano Ospina Rodríguez, la primera dama que propuso que la banda presidencial fuera de satín y con el escudo bordado.
En cambio doña Sinforosa Flórez, costilla del presidente Eustorgio Salgar, fue muy discreta y jamás intervino en asuntos del Estado, al punto que ni siquiera asistió a la posesión de su marido ni a su entierro.
Una primera dama bien polémica fue doña Soledá Román, esposa del presidente Rafael Núñez. Resulta que el patialegre Núñez ya estaba casao por lo católico y dejó a su mujer legítima y se casó con doña Soledá por lo civil.
La gente de bien de la época (o sea, los uribistas y los curas) no le perdonaron a Núñez que estuviera práticamente arrejuntao con Soledá, viviendo como animalitos, y les hicieron el fo.
Entonces Soledá, pa congraciase con la Iglesia, obligó a su marido a firmar un concordato lo más de galleta: catolicismo como religión única, restitución de sus bienes espropiaos, enseñanza obligatoria del catolicismo en la educación pública y prohibición de autores como Darwin... ¡Chupe y me deja!
Mejor suerte corrió doña Nazaria Domínguez, casada con el presidente Manuel Antonio Sanclemente: cuando llegaron a Palacio él contaba con la medio bobaíta de 84 años y ella no se le quedaba atrás, entonces ni alcanzaban a oír las burlas o se les olvidaban.
Otra primera dama famosa fue doña Bertha, esposa de otro Mariano Ospina, mujer de armas tomar y que en el Bogotazo no lo dejó renunciar y le ordenó que dijera: “Más vale un presidente muerto que un presidente fugitivo”.
El resto de primeras damas no han dao qué sentir, lo que habla bien de ellas, pero perfudican este libro pues la gente quiere leer son chismes, ajualá de alcoba, y no la agenda oficial donde lo más emocionante es entregar el premio Mujer Cafam.
La autora de este libro será recordada no por las ejecutorias de su marido, que ajualá las hubiera, sino por ser la primera primera dama que quiere sacar su autobiografía de cuenta del Erario.
Payola: Berrionditos, si andan por el Quindío visiten Calarcá y disfruten el mejor tinto en El Café de Carlos... Reconocerán a Carlos porque es un hombre pegado a una nariz.