El presidente Petro nos citó ayer a las 12 de la noche en el salón donde está la galería de retratos de los expresidentes. Nos pareció una hora muy atravesada pero era una orden.
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Bruta, nos va echar -dijo Tola asustada-. Qué va -la calmé yo-, él no se atreve a salir de nosotras porque sabe que vos y yo sabemos más cositas que Sarabiada y Benedetti juntos.
Con ese frío tan terrorista que se manda la Bogotá noturna, que le salen a uno estalatitas de yelo en las cuevas de la nariz, llegamos puntuales al salón de los exmandatarios, más enruanadas que celador boyaco.
Estaba todo oscuro y Petro nos esperaba en compañía de Benedetti. Habían dispuesto una mesa redonda con una vela prendida, una tabla güija, una botella de güisqui muy mermada y dos vasos medio llenos…o medio vacíos.
Qué son estos horarios, Tavo por Dios -rezongó Tola-, sumercé bien sabe que a esta hora Maruja y yo estamos más dormidas que el caso de Nicolás en la Fiscalía.
Feliz día de la mujer, tías -nos dijo Armandito entregándonos dos rosas ya mustias y dándonos sendos picos pasaos a tufo-. ¡Por los seres más hermosos de la creación: las hembras! -y alzó el vaso.
Tías, necesito que me ayuden a sacar los fantasmas de este Palacio tan feo, mala imitación francesa, guarida de espíritus oligarcas… ¡chin, chin! -dijo Petro brindando.
¿Pero con una pinche güija? -dije yo-. ¿No hay presupuesto pa un esorsismo bien jalao? Yo coticé con el padre Chucho, tías, pero su tarifa no tiene arrimadero… me tiró muy duro.
Arranquemos pues que me estoy es congelando -pidió Tola tiritando. Armandito empezó a mover la güija y sentimos aleteos y un olor a difunto que nos infrió todo. ¿Quién es? -preguntó Petro.
Evidentemente…-dijo una voz nasal de ultratumba y Tola y yo dijimos en coro- ¡Turbay! ¿Qué quiere, doctor Julio César? -dijo Armandito envalentonao por el trago.
Evidentemente quiero pedir perdón por el nieto que les dejé -dijo la voz inconfundible del presidente Turbay-. Y le ruego a Petro que mantenga la corrupción en sus justas proporciones -y diciendo esto el fantasma desapareció.
Los aleteos aumentaron y sentimos que el aire se movía y se oían cuchicheos. Soy yo -dijo una voz cascada-, soy Misael Pastrana…y también me disculpo por dejarles mi hijo…Díganle a Andrés que Epstein me contó todo.
¡A la carga! -sonó una voz veintijuliera que todos identificamos-. Bienvenido, compañero Gaitán, gustazo oírlo -dijo Petro-. Ahí le tengo su nieta y el marido bien enchufados.
Venía espantando por la séptima y vi este corrillo de fantasmas y me arrimé a noveleriar -dijo el alma de Gaitán-. Aprovecho pa decirles que no he podido descansar en paz viendo que diario matan líderes sociales… y con permiso yo me piso que Bogotá está muy insegura.
Con las buenas noches me presento -habló una voz paisa-, soy Belisario Betancur y lo único que pido es que Petro deje de voliar la bandera del M-19, que incendia los recuerdos. Ah, y el cura Camilo Torres le manda decir que le suelte la sotana.
¿Se acuerdan de mí? -oímos otro acento paisa-, soy alias Job, el paramilitar que estuve en este Palacio cordialmente invitado y vengo a deshacer los pasos. ¿Y cómo entró hoy? -le preguntó Petro-. Lo mismo que la otra vez: por el sótano.
Soy el fantasma de Iván Duque y me retiro ante la presencia del guerrillero -dijo una voz de disyoqui-. Eche, pero si Duque está vivo -dijo Armandito-. Pero ya es un cadáver político -aclaró Petro-.
Soy José Raquel Mercado -susurró una voz triste-, el líder sindical que el M-19 secuestró y asesinó…Vengo a pedirle encarecidamente al excelentísimo señor presidente que guarde esa dolorosa bandera.
No te olvidamos, Gaza.
