Oítes Tola, ¿por qué nació el Niño Jesús?
Ve Maruja, todo principió cuando las ciudades Sodoma y Gomorra hicieron embejucar a Dios nuestro Señor porque se engolosinaron en la repichinga, la tapetusa y el turismo sesual.
Entonces Dios resolvió castigarlos con un aguacero el hijuemama de azufre y candela, pero quiso salvar a Lot, su señora y sus dos hijas, los únicos píos de la tracamanada.
El Creador le mandó dos ángeles a Lot pa prevenirlo del castigo divino y que él y su familia salieran de güida de “esos burdeles a cielo abierto”, como llamaban a Sodoma y Gomorra.
Los ángeles le alvirtieron a Lot que una vez huyeran del pueblo en llamas ni se les ocurriera voltiar a mirar pa atrás pues quedarían convertidos en estatuas de sal.
Lot y sus hijas atendieron juiciosos la prohibición, pero su mujer no se aguantó las ganas de mirar quizque porque se quería patiar “esa visión” y ¡taque! quedó convertida en estatua de sal.
Lot cargó con la estatua de su chismosa mujer hasta Jerusalén y, judío hasta la empuñadura, la pintó de rosado y la vendió kiliada como sal del Himalaya.
Dios supo claramente que su creación suprema, el ser humano, no tenía componete y decidió tener un hijo humano pa redimir el mundo de sus pecados. Y por eso nació Jesús.
La descogida pa ser la madre de su hijo fue María, una niña de 14 o 15 abriles que era la decencia en pasta: ni un “carajo” en su vocabulario, túnica desde el cuello hasta los jarretes y cero tatuajes.
María quedó grávida por obra y gracia del Espíritu Santo y Dios quiso evitarle la vergüenza de ser madre soltera y le buscó un marido que fuera el padre putativo del guámbito.
Dios mandó un ángel a que le hablara en sueños al cuchito José, un carpintero viudo y muy traquiao. ¡José, José! -lo llamó el ángel-. ¡José, José, José! -le insistió el ángel zarandeándolo-. Caramba, si tiene el sueño bien pesao don José…
María tuvo una gestación apacible, con las discusiones propias de las parejas que esperan un pelaíto: ella sabía que tenía que ser un niño pa poder cumplir la voluntá del Señor, pero José quería una niña.
No mijo -le decía la Virgen-, las mujeres sufrimos mucho en la Biblia: nos casan muy pipiolas, nos lapidan por un desliz… Y los hombres son muy guaches: en estos días pasé por la construcción de la torre de Babel y viera lo que me gritaron los “rusos”.
En cambio un niño le podría servir a sumercé pa los mandaos de la carpintería -seguía María tratando de convencer al patriarca-. Una niña es pa problemas, mijo: se tendría que llamar Jesusa (salvadora) y seguramente le dirían “Chuchita”, qué pereza.
Y por qué se tiene que llamar Jesús, si se puede saber -preguntaba José-. ¿Por qué no Joaquín, como su papá, o Elí, como el mío? O José Junior. O un nombre bien sonoro, como Barrabás.
Y otra cosa, mijo -decía María cambiando de tema-: nuestro retoño tendrá poderes celestiales, y se imagina una Jesusa bien alborotada haciéndose milagros ella misma: inflándose las marías, alargándose las pestañas, cambiando diario el color del pelo…
No nos conviene una niña, mijo -le insistía la Virgen a su chuchumeco esposo-. Piense no más cuando cumpla los 15 y nos replete la casa de tatabrones pidiéndole que les convierta el agua en Chamberlain.
Pero un niño también tiene sus intríngulis, mija -defendía su punto san José-. Los machitos son díscolos y contestones por naturaleza, y quién quita que nos resulte hincha del Santa Fe. O, toco madera, joven Cabal.
Ñapa: Cómo irá la Semana Santa en Venezuela.
¡Felices fiestas sin pólvora! Y no olvidemos a Gaza.