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-Oítes vos Tola, hace ya cinco años principió la hijuemadre pandemia del Covi-19.
-Dejá la bulla Maruja que no me quiero ni arrecordar de ese maldingo Coronviros.
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-Eso fue horrible: cuando decretaron la bendita cuarentena Ananías mi marido y yo quedamos en no salir hasta agotar esistencias, pero cuando vimos por televisor las peleas en los supermercaos decidimos salir a mercar.
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-Yo también vi los agarrones por el papel higiénico y madrugué por 50 rollos.
-Nos reunimos mi marido y yo pa votar quién se arriesgaba a salir… yo propuse que saliera el que menos falta hiciera. Quedamos empataos.
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-Y ahí fue Tola que me llamates pa que yo desempatara y voté libremente a tu favor.
-Pero la belleza de Ananías me salió con: Yo voy mija, pero acuérdese que yo no sé descoger aguacates.
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Entonces resolví salir al D1… Pero en la casa no teníamos tapaboca, y sabés qué hice: cogí una careta de buceo que olvidó un nieto. Pero no tenía tubito pa respirar y cuando dentré a la tienda estaba toda empañada.
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Ya casi ni había surtido y por allá divisé en el suelo un rollo de papel higiénico y me le tiré en voladora, pero una anciana se me adelantó y lo agarró, y en el forcejeo el caminador de la viejita voló lejos y ella se resbaló y se dio en la cocorota.
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-Ay Tola por Dios… ¿Y se la rajó o el mero chichón?
-Quince puntos le cogieron y me denunció por lesiones personales e intento de homicidio.
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-¡Bruta! ¿O sea que comenzates cuarentena con líos judiciales?
-Figurate… Lo primero que hice es lo que hace cualesquier colombiano de bien: conseguí un abogao esperto en vencimiento de términos.
-¿Al dotor Cancino?
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-Eselente profesional: convenció al juez de que las personas que llegamos al punto de matar o morir por un rollo de papel higiénico sufrimos un trastorno sicológico llamado Coproculillo.
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-¿Copro qué?
-Del griego kopro: estiércol y del latín culillus: miedo… Somos seres que no le tenemos tanto miedo a la muerte sino pánico de llegar al cielo… cagaos… y me perdonás la espresión, pero así me lo esplicó el dotor Cancino.
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-Qué pereza esa pandemia… Mi marido Perucho llegaba con el mercaíto y yo le hacía quitar la ropa en la puerta y la quemaba, y enseguida cogía una poncherada de agua con límpido y me ponía a lavar güevo por güevo, tomate por tomate, papa por papa…
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-Yo hacía lo mismo: a las papas criollas les limpiaba los güequitos con un copito… y lavaba frisol por frisol, maíz por maíz, arroz por arroz… Con lo que no pude fue con la quinua.
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-Me volví paranoica: todas las noches le pedía a Perucho la tarjeta débito y la ponía a hervir… y lavaba los billetes y los ponía a secar en el patio. Qué pena con el vecino: el billete más grueso era de cinco mil.
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-Cuando yo iba en el Trasmileño y me daban el puesto, antes de sentame le medía la temperatura al asiento… Obligué a Ananías a que abriera las puertas con los codos, subiera el bizcocho del inodoro con los codos, se lo sacara con los codos…
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-Yo no le deseo una pandemia ni a… Maduro. Qué pesar de las personas que murieron en esa angustia tan solitaria, los que quedaron con secuelas, los emprendedores que se arruinaron…
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-Esa berrionda pandemia acabó hasta con las parejas: en la cama matrimonial Perucho puso una división de acrílico que nos separara… y ahí la dejó… y le pega calcamanías.
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-A mi pobre Ananías lo alcolizó: quizque si el alcol untao mataba el virus, bebido tenía que ser más potente… Entonces compraba una botella de alcol, se untaba media y se bebía media.
Payola: Nos presentamos este 23 a favor del Circo Medellín: latiquetera.com
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