El dotor Álvaro Leyva nos hizo el honor de mandanos la prósima carta al presidente Petro pa que nosotras le corrigiéramos la ortografía, la sintasis y le mermáramos a la bilis.
“Excelentísimo señor presidente Gustavo Francisco Petro Urrego: el papa Francisco condenó el chisme y afirmó que los chismosos son terroristas y tienen visa diplomática pal infierno.
Pero yo no me puedo callar detalles que han evidenciado su adicción a empinar el codo, como la vez que estábamos en el aeropuerto listos pa viajar al Vaticano y sumercé tenía tufo.
Recuerdo que me salió con la disculpita de que era el enjuague bucal que seguramente tenía alcohol y mandó a Laura Sarabiada por Halls mentho-lyptus.
Y hubo otro detalle que peló el cobre de su amor al licor, cuando se largó a llover y dijo sumercé, haciéndose el charro: “No falta sino el aguardiente porque ya está cayendo el pasante”.
Y cuando nos llamaron a abordar usted corrió al In-Bond a comprar un regalito pal papa Francisco dizque porque no quería llegar manivacío…y compró una garrafa de licor.
Yo le dije: Presidente, el protocolo solamente permite regalar artesanías, y sumercé me contestó que precisamente era viche ancestral del Pacifico y que en cuestión de regalos pa hombres uno iba a la fija con trago.
Ya en la Capilla Sixtina, cuando le entregó la garrafa de viche al santo padre, sumercé y el embajador Benedetti empezaron a cantar: ¡que la destape, que la destape!
Fue un momento terriblemente bochornoso, presidente: cuando sumercé estaba más prendido que la zarza de Yahvé, le pidió al papa Francisco que le prestara el baño y se metió con el embajador Benedetti y salieron al rato con la nariz empolvada.
No contento con bogarse la garrafa de viche, le dijo al sumo pontífice que si de casualidad no tenía “encaletada” por ahí alguna botellita de vino de consagrar.
Cuando los guardias suizos los sacaron a sumercé y a Benedetti cagados (literal) de la perra, que no se podían tener en pie, tuvo usted la osadía de decirle al papa Francisco que fueran a rematar en el Trastévere.
Otra vergüenza que no olvido fue la visita a Chile, cuando sumercé llegó con la rasca viva y le dijo al presidente Boric que su libro preferido de Pablo Neruda era “Confieso que he bebido”.
En la posesión de Lula también me hizo pasar pena cuando le propuso al cuerpo diplomático que hicieran vaca pa comprar cachaza (guaro carioca) y que llamaran “garetas” (se refería usted a garotas, chicas).
En la visita a Emiratos Árabes, donde se castiga el consumo de licor con pena de muerte, sumercé se puso burka pa poder chupar con pitillo y cargar la garrafa entre las piernas.
Y qué decir de nuestra audiencia con el rey de España, cuando sumercé llegó con un guayabo de UCI que le temblaban las manos y pa disimular pidió unas castañuelas.
Nunca olvido tampoco que me ordenó le organizara un viaje a Rusia porque quería probar el auténtico vodka y que le gustaría una visita de estado a la Antártida donde, según usted, “no faltaría sino llevar el wisky porque ya está el hielo”.
Y no sigamos, Gustavo, no quiero mancillar más la majestad presidencial contando la vez que se emborrachó en presencia de todos los embajadores y sacó a bailar al Nuncio creyendo que era una vieja con maxifalda.
Usted está enfermo, presidente. ¿O cómo se explica la vez que le propuse que se sometiera a desintoxicación y sumercé peló una botella y brindó “por tan magnífica idea”?
Ñapa: a Petro sólo le falta quitarse las costillas falsas pa parecer más auténtico.
Payola: Tola y Maruja en “Las mamás no lloran, las mamás facturan”. Teatro Águila Descalza, Medellín.
Pobre Gaza…
