Le preguntamos al alcalde de Medellín qué piensa hacer con las crecientes del río y nos dijo que pa los alumbraos de este año negociará con Disney los derechos de La Sirenita.
Las crisis son oportunidades, tías -nos dijo el alcalde Quintero-: haremos de Medellín la capital mundial del surfing en agua dulce.
¿Dulce? ¡Orín a este! -esclamó Tola tapándose las ñatas-. No fregués Daniel, será tal vez en alcantarilla a cielo abierto. ¡Fo!
Qué pesar del río Medellín, como le dimos de feo la espalda y lo volvimos una letrina, tuquio de gallinazos tomando el solecito en colchones flotantes.
Qué diferencia con el río Bogotá, que a según nos cuenta Peñalosa los venaos corren por sus orillas espantando las garzas y los peces beben y beben y vuelven a beber.
A nosotras nos tocó el río Medellín cuando nos íbamos de paseo con don Tomás Carrasquilla a pescar sabaletas y a nadar a lo perrito.
Vieran la felicidá de don Tomás persiguiendo grillos pa la carnada y soplando dientes de león, mientras las nutrias le miraban asustadas el carriel.
El río era el amañadero de los paisas, hasta que algunas mujeres del barrio Guayaquil se empezaron a bañar en brasieles y calzones. ¡Virgen santa!
Entonces la Legión de María le pidió a la Sociedá de Mejoras Públicas que acabaran con esa alcagüetería y canalizar el río pa desaparecer los charcos.
Y pa completar, en 1944 nos visitó el presidente López Pumarejo con la idea tan galleta de danos un Parque Nacional en las riberas del río, pero nuestros líderes le pidieron que mejor dos autopistas.
Casi le dicen como decimos los paisas cuando nos van a regalar una cosa que no nos gusta: Mejor deme la plata.
Pero, señores abarroteros -insistió el presidente-, la gente necesita un parque pa salir los domingos a chicaniar el estrén y comer algodón rosado y chupar paleta.
No se preocupe, presidente -dijo un notable cacharrero-, denos un parquecito del Periodista pa que los camajanes bombeen “la mona”, y parte sin novedá.
Pa eso es que sirven los parques, dotor López -habló el dueño de la flota de buses: pa que los cocacolos caigan a tirar vicio y abejorriar las novias.
Además -pidió la palabra otro comerciante-, no tenemos ni tiempo de ir a parques a pendejiar porque los domingos también abrimos las prenderías.
Mientras esto pasaba en el Clú Unión de Junín, en la calle un poeta de chivera, boina y olorosa pipa recitaba estos versos:
“Vano el motivo
desta prosa:
nada...
Cosas de todo día.
Sucesos
banales.
Gente necia,
local y chata y roma.
Gran tráfico
en el marco de la plaza.
Chismes.
Catolicismo.
Y una total inopia en los cerebros...
Cual
si todo
se fincara en la riqueza,
en menjurjes bursátiles
y en un mayor volumen de la panza”.
(León de Greiff).
Y así fue como los paisas le dimos la espalda a nuestro querido río Medellín: pa conseguir plata y viajar a tomanos fotos en el Támesis, el Tíber, el Sena…
Lo dijo el filósofo de Otraparte, don Fernando González: “Se modifica la ciudad, cambia la gente… y el río va ganando ausencia, no queremos saber de él, es un sitio del cual cada día nos alejamos más”.
Ñapa: supimos por qué se separaron Isabel Presley y el nobel Vargas Llosa: vivían en una mansión con 13 baños y don Mario los usaba todos.
