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Toda la bendita semana estuvimosmos craniando cómo dentrar a la Feria del Libro sin pagar boleta y a Tola se le ocurrió la maravillosa idea de hacenos pasar por escritoras invitadas.
Entonces pegamos pa San Vitorino y mandamos hacer dos escarapelas chiviadas a nombre de Virginia Guol y Ágata Cristi, y pasamos derecho.
De una nos enflechamos pal stan donde le hacen un homenaje al escritor antioqueño Manuel Mejía Vallejo, que fue amigo de nosotras y siempre estuvimos tragadas de él porque era un bizcocho.
Hay una anédota que retrata a Manuel: resulta que el periodista Ricardo Aricapa lo invitó al Encuentro de la Palabra en Riosucio, Caldas, que estaba empezando y era un evento presupuestalmente chichipato.
Manuel acetó ir de gratis y Aricapa estaba muerto de pena sin saber cómo decile que además el viaje era en flota, pero Manuel no puso problema y cogieron carretera.
En el camino se subió al bus un tipo que a Manuel se le hizo conocido y que saludó al chofer y se acomodó en el banquito destinado a “la moza” y se pusieron a conversar y reír.
De pronto Manuel le dijo a Aricapa: Oíste, ¿ese que va con el chofer no es el cantante Rodolfo Aicardi? Aricapa lo reparó bien: Sí señor, el mismo Rodolfo. Entonces dijo Manuel: Vea, un tipo tan famoso y montando en bus.
Manuel tenía una labia muy dicharachera y nos embelesaba con sus historias y versos. Esta es una de sus décimas que más nos encanta:
Todos me dicen que viva
de esta o de otra manera,
todos me dicen que muera
hacia abajo o hacia arriba,
todos dicen en qué estriba
la brega que yo asumí
desde el día en que nací,
para jugarme del todo,
dejen que viva a mi modo,
nadie morirá por mí.
En el pabellón de Ciencia Fición nos topamos a la senadora Paloma Valencia que andaba repartiendo un volante en el que invita a iscribise a un diplomao sobre “El legado de Uribe”.
Nos mostró algunos de los módulos del diplomao: El mito de los falsos positivos que ni fueron tantos, Yidis Mon Amour, Ni se compran ni se venden los testigos verdaderos, Nos están oyendo esos hijuetantas.
Le dijimos que si sería posible que le dieran una beca del diplomao a Daniel Coronel y nos dijo que lo pondrá en consideración del Consejo Académico integrao por Diego Cadena, Apetardo de la Espriella y María Bukela Cabal.
Fuimos a tomar tinto y nos encontramos con la senadora Karina Espinosa, autora del proyeto de ley “Cero cachos”, que busca acabar con la infidelidá en el matrimonio.
En nombre de todas las mujeres colombianas te queremos dar las gracias, Karina bendita –le dije apretándole las manos–. Los cachos es de lo peor porque la última que se entera es una.
¿Tu marido te ha sido infiel, Kari? –le preguntó Tola a quemarropa–. Claro tía –dijo Karina con desaliento–, y fue de la manera más maluquita: me traicionó con una burra… Me lo pillé porque le encontré en los calzoncillos una garrapata.
Ole Kari, ya que estamos en el día del idioma, ¿vos sabés de dónde viene la espresión “poner cachos”?
Pasífae, hija de Helios y la ninfa Creta, fue entregada al rey Minos como esposa. Esta fue infiel a su marido con un toro blanco, una relación zoofílica de la que nació una criatura con cabeza de toro y cuerpo humano, el Minotauro. Desde entonces, los cuernos se convirtieron en una metáfora de la infidelidad.
¿Y se puede decir vos Karina que Roy Barreras le ha puesto cachos a todos los partidos en los que ha estado?
