Tola y Maruja se van de exorcismo con el general Sanabria
Ya les dijimos pues que nos gustaría dejar esta coluna porque a veces no topamos enteramente de quién rajar y se nos pone la mente en blanco.
Gracias por ser nuestro usuario. Apreciado lector, te invitamos a suscribirte a uno de nuestros planes para continuar disfrutando de este contenido exclusivo.El Espectador, el valor de la información.
Ya les dijimos pues que nos gustaría dejar esta coluna porque a veces no topamos enteramente de quién rajar y se nos pone la mente en blanco.
Teníamos lista la carta de renuncia pero nos timbró el cedular: era el general Henry Sanabria, diretor de la Policía, pa invitanos a un esorcismo.
No nos quiso contar a quién le íbamos a sacar el demonio, nos pidió asoluta reserva y nos dijo que lleváramos una muda pa tierra caliente y botas de caucho.
Antes de montar en el alicótero el general revisó el neceser con el kit del esorcismo: hisopo pal agua bendita, palosanto pa contrarrestar la güelentina del azufre y un crucifijo de bronce con punta de puñaleta, “por si Satán ataca”.
Mientras la libélula mecánica se enflechaba pa los montes del Urabá, el general Sanabria peló su camándula de cuentas de corozo y rezamos el santo rosario.
Tan pronto terminamos de rezar, el general sacó una caja de fósforos donde encaletaba varias hostias de consagrar y todos comulgamos, hasta el piloto.
Lástima que me perdí la misa –dijo el general sacando una estatua de la santísima Virgen y prendiendo una veladora–. Todos los días voy, llueva, truene o relampaguee.
General, vea pues el aguacero de críticas que se chupó por sus declaraciones a la reverenda sor Viqui –le dijo Tola mientras me servía un pucho de agua bendita pa pasar la pastilla de la presión.
Todas las burlas, memes y humillaciones me fortalecen, tías –dijo el general con ojos de místico, fulgurantes como soles pa lluvia. Antes que policía, soy patrullero del Altísimo. ¡Aleluya!
¿Cómo fue lo del esorcismo de Pablo Escobar? –le pregunté mientras abajo resplandecía el mar de banano–. Cuente a ver. ¿Es cierto que el demonio le tenía miedo a Pablo?
Puuu…pavor –dijo el general santiguándose–, Escobar tenía amenazado a Satanás y se le reía en sus propias barbas diciéndole que era un lavaperros, un pobre diablo.
Pablo estaba rezado y mantenía una bruja de planta que lo visitaba en los cambuches, le leía el tabaco y le adivinaba los peligros.
Ubicamos la berraca bruja y al escondido le instalamos un chip en la escoba, que nos guiara a la guarida del capo. Pero inexplicablemente ese día la bruja no se montó en la escoba, sino en la aspiradora.
Yo hacía parte del Bloque de Búsqueda que perseguía a Escobar y me decían “el capellán” porque siempre cargaba la imagen de la santísima Virgen en los operativos.
Me encomendé a María y le dije: Virgencita, haceme un catorce, ¿dónde está Pablo? Y ella me contestó: Te lo voy a decir, Henry, pero no me vas a banderiar que ese muérgano es capaz de secuestrar a Jesús.
En esas el alicótero aterrizó en la selva, el general Sanabría acomodó la Virgen de yeso en la horqueta de un suribio, se arrodilló y le dijo: Madrecita, traéme a Chiquito Malo.
Un olor de mil demonios ensolbó el bochorno pegajoso y asomó el líder del Cartel del Golfo echando babaza por boca y oídos y regao insultando a la Virgen, a la que no bajó de “mamerta”.
¡Sal Lucifer del cuerpo de este pobre traqueto! –gritó mi general mostrando el crucifijo y rociando agua bendita. Pero Chiquito Malo de un sopapo le tumbó el cristo y lo patió lejos.
Mi general improvisó una cruz con dos bolillos al tiempo que rezaba jaculatorias, pero la cabeza del bandido empezó a girar como una hélice y se elevó y desapareció en la bóveda celeste.
Lo último que gritó Belcebú antes de perderse fue: ¡No a la Paz Total!
Ñapa: Lo de Donal Tron güele a persecución: si le paga a la prostituta, malo, y si le queda debiendo, pior…