Publicidad

El placer del genocidio

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Tomás Molina
13 de octubre de 2023 - 02:05 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

La reacción del Gobierno israelí ante el ataque atroz de Hamás fue muy clara. El ministro de Defensa, Yoav Gallant, anunció un sitio completo de Gaza, negándoles a los palestinos electricidad, comida y agua. Netanyahu publicó videos en los que se veía cómo los misiles de Israel destruían barrios enteros del mismo sitio. Los dos le mostraron al mundo que su país castiga colectivamente a los palestinos, algo que es un crimen de guerra de acuerdo con HRW.

Las reacciones discursivas de la ultraderecha han sido más extremas aún. Ariel Kallner, un congresista del partido de Netanyahu, pidió una nakba peor que la del 48. Esto quiere decir que, en el mejor de los casos, aspira a una expulsión masiva de palestinos, y en el peor, a una limpieza étnica total. En una manifestación en Nueva York, algunas personas estaban llamando al exterminio de los palestinos. Esto no es nuevo. El académico Michael Barnett ya había advertido en marzo que Israel estaba en el precipicio de un genocidio en un artículo para Political Violence.

Detrás de lo anterior hay intereses políticos claros que Chomsky, entre otros tantos, ya ha denunciado: la creación de un “Gran Israel” en el que la mayoría étnica de los judíos no se ponga en peligro. Sin embargo, esto no explica del todo el entusiasmo por el genocidio que vemos en los extremistas de las redes sociales y la política. Llamar a la aniquilación de un grupo humano con tanta dicha, con tanto fervor, como si se tratara de ganar un partido de fútbol, requiere ir más lejos.

En Más allá del bien y del mal, Nietzsche expone el origen de la conciencia de culpa yendo a la relación contractual entre acreedor y deudor. Nos dice que en tiempos muy antiguos el deudor empeñaba a favor del acreedor su cuerpo. Esto le permitía al segundo infligir en el cuerpo del primero toda clase de torturas en caso de que no pagase. El placer de hacerle el mal al moroso sirve de compensación por el dinero perdido. Nietzsche concluye que “ver sufrir produce bienestar; hacer sufrir, más bienestar aún”.

La idea es cierta en algunos casos. Hay quienes observan con fruición el castigo que sufren quienes les han robado. En las redes sociales hay etiquetas para ver vídeos de criminales siendo linchados. Algunos celebraron con gusto el ataque de Hamás a Israel. Casi todos disfrutan cuando el superhéroe le da una paliza al malo que quería destruir el planeta.

Los entusiastas del genocidio no lo ven como un mal necesario sino que les regocija ver a sus enemigos sufriendo. ¿Pero cuál es la deuda que pagan estos últimos? La tesis siempre es la misma: el enemigo impide a la sociedad constituirse como un todo armónico. Es la causa final de todos los problemas. Adquiere una deuda por su criminalidad o su codicia que solo se puede pagar con dolor o exterminio, como lo dijo Goebbels en su artículo “Los judíos son culpables”, para Das Reich.

La izquierda israelí se opone a las ideas genocidas, así como una parte grande del país (hasta el 2016, 43 % de los israelíes creían que la coexistencia pacífica con Palestina era posible).

Sin embargo, los extremistas pueden hacer mucho daño. Por lo pronto, hay que detener hasta la misma idea de genocidio.

Tomás Molina

Por Tomás Molina

Politólogo, doctor en Filosofía y profesor.platom___
Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.