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La democracia participativa no basta: necesitamos instituciones populares

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Tomás Molina
29 de marzo de 2025 - 05:05 a. m.
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En Colombia disfrutamos de una democracia participativa, donde los ciudadanos pueden participar directamente en las decisiones políticas mediante el referendo, plebiscito, consulta popular, cabildo abierto, etc.

Pero seamos sinceros: la utilidad de esas instituciones es limitada. A veces pueden ser ignoradas, como en el plebiscito por la paz, o ninguneadas en la práctica, como en el referendo por el agua.

Además, en cuanto a nuestro control sobre las decisiones de las élites políticas, podríamos considerar otras instituciones más pertinentes y efectivas*, de manera que tengamos alternativas para contestarle a un Congreso, por ejemplo, que toma decisiones antipopulares.

En la vieja tradición republicana a la que pertenecían Maquiavelo y Condorcet, y a la que yo no tengo más remedio que adherirme, ya se ha pensado en cómo fortalecer el control popular de las élites: instituciones populares o plebeyas.

En efecto, los republicanos (nada que ver con el partido de Trump) sostenemos que los ciudadanos deberíamos tener oportunidades efectivas, y no solo de difícil puesta en práctica, para contestar las decisiones de las élites políticas más altas.

Lo anterior significa, entre quienes optamos más por el republicanismo popular, que las susodichas decisiones no solamente deben pasar por los controles liberales clásicos (que, al final, son controles de élites como el Congreso, las Cortes, etc.) sino también por el control popular directo.

Maquiavelo, por ejemplo, alababa las instituciones populares de la antigua Roma, como el tribuno del pueblo y los censores plebeyos (los que aparecen con las “leyes publilianas”), pues estas podían contestar el poder de las élites políticas. En el primer caso, por ejemplo, por medio del veto de aquellas decisiones que no fueran convenientes para la gente común.

Condorcet proponía asambleas populares institucionalizadas que pudiesen, por vías legales, protestar o contestar las decisiones de las élites representativas. ¿Por qué? Señalaba que en el gobierno representativo, las élites, a pesar de su división formal en Ejecutivo, Legislativo y Judicial, podían unirse para atacar los intereses del pueblo. Así pues, una asamblea popular debería poder apelar una decisión que considerase inconveniente.

De manera más reciente, McCormick ha propuesto un tribunato del pueblo: 50 ciudadanos no ricos, seleccionados por lotería, que puedan vetar leyes, llamar a referendos y destituir políticos. Para no bloquearlo todo, el tribunato solo podría vetar una ley, un decreto o un fallo judicial al año, por lo que debería pensar muy bien lo que hace.

Con lo anterior, los costosos y a veces engorrosos procedimientos que nuestra democracia ha pensado para contestar las decisiones de las élites, como un referendo para derogar una ley, quedarían complementados. Las asambleas populares, o un tribunato, podrían ejercer poder popular real de manera autónoma, sencilla, efectiva, y sin requisitos censitarios muy difíciles de cumplir.

No se me escapa que el pueblo a veces tiene un lado oscuro, que puede oponerse al progreso, que no siempre es ilustrado. Pero lo mismo podríamos decir de las élites, incluso las de izquierda. Y creo que les hacen falta a todas contrapesos populares más efectivos.

*La consulta previa es una de las instituciones colombianas más efectivas para ejercer control popular sobre decisiones de la élite, pero no es universal: solo aplica para las comunidades étnicas.

Tomás Molina

Por Tomás Molina

Politólogo, doctor en Filosofía y profesor.platom___
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Felipe(dw15k)31 de marzo de 2025 - 08:58 p. m.
Disfrutamos de una democracia donde la abstención roza la mitad, donde los 3 poderes están en manos de la clase dominante que gobierna para sus intereses lo que la hace ilegítima. Claro que debe haber una representación popular aunque a estas alturas no se sabe cómo podría suceder. La academia debería tener voz y voto aunque ya se sabe que el cáncer de la corrupción invade por soborno o amenaza todo intento de fortalecer la democracia aún frágil ante los embates de la ambición insaciable.
Felipe Fegoma(94028)30 de marzo de 2025 - 02:35 a. m.
Cuando se pone el término "popular" a algo que no sea una gaseosa, todo acaba mal, porque la manipulación está garantizada. Siempre aparecen las "vanguardias" a dirigir a las masas y a beberse la gaseosa. No vengan con cuentos, quieren asambleas dizque populares controladas por los guardias de la revolución para tomar nota del que discrepe de las consignas del "amado líder".
CARLOS BARRGAN(lcggj)29 de marzo de 2025 - 04:54 p. m.
Relevante artículo, doctor MOLINA; sin embargo, la advertencia planteada en su último párrafo, nos hace cavilar un poco más de lo normal. Estoy convencido de la necesidad imperiosa de cortarle el poder a las élites políticas que han venido construyendo todo el aparato institucional en beneficio de sus propios intereses, y no del interés general, como debiera ser.
Hugo Guerrero(14000)29 de marzo de 2025 - 03:23 p. m.
Citar a autores que vivieron cuando las ciudades y territorios tenía una población incomparablemte menor a la de estos tiempos,lo mismo que el desarrollo de la producción ,el transporte la aviación,las armas,los conocimientos,las ciencias,etc.es impropio.El"pueblo"no tiene un lado oscuro sino que es un ente muy heterogéneo con gustos e intereses contrapuestos con virtudes excelsas y defectos repudiables . No está ilustrado para saber CÓMO resolver los graves problemas sociales.
  • Lalo Parrarro(70277)29 de marzo de 2025 - 05:19 p. m.
    Entonces, ¿por no ser ilustrado, el pueblo tampoco debería votar y elegir?
Jorge Diego Acosta Correa(wx8vt)29 de marzo de 2025 - 03:18 p. m.
También, que las instituciones públicas en las cuales haya representación ciudadana ( como por ejemplo el Consejo Nacional de Salud ), puedan tomar decisiones que sean vinculantes y que el proceso de elección de los representantes sectoriales se haga mediante mecanismos electorales
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