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La verdadera clase media está en Hollywood

Tomás Molina
07 de julio de 2023 - 02:05 a. m.

Cada tanto tiempo se debate en las redes sociales la cuestión de qué es la clase media real. La buscamos en los salarios y en los patrimonios, pero nunca llegamos a un acuerdo final de lo que significa. En parte, porque es un asunto político, siempre disputado. También creo que se debe a que nuestra idea de la clase media no se halla en las distribuciones de ingresos.

Existe la posibilidad de que la anterior se encuentre en un lugar inesperado: la ficción. En ese mundo imaginario hallamos algo más cercano a nuestra idea de clase media que la que nos muestran las agencias de estadística y los políticos. Para comprender más este tema, no hay mejor camino que el de la misma ficción: recurramos a Blade Runner (1982).

En la película mencionada arriba, la corporación Tyrell fabricaba unos androides conocidos como “replicantes” que resultaban indistinguibles de los humanos. El lema de la corporación, de hecho, era que hacía replicantes “más humanos que los humanos”. Esto quiere decir que su copia humanoide representaba mejor nuestra idea de lo que es un humano que un humano.

Algo parecido sucede hoy. En las series de televisión que vimos hace décadas, como Los Simpsons, Los años maravillosos y Alf, nos mostraban una imitación de la clase media, así como el replicante era una imitación de los humanos. Sin embargo, Hollywood (y los productores colombianos que seguían su modelo en Padres e hijos, etc.) podría decir que ha hecho “una clase media más clase media que la clase media”. Su copia representa mejor nuestra idea de la clase media que la clase que pretende imitar.

¿Cómo es esto posible?

El protagonista de Blade Runner, Deckard, logra demostrar que una mujer es una replicante al mencionarle todos los recuerdos de infancia que ella consideraba personales y secretos. Deckard los conocía porque pertenecían a la sobrina del dueño de Tyrell. Los recuerdos más íntimos de la replicante le fueron implantados. En verdad eran de otro individuo. Esta situación es similar a la nuestra: solemos creer que nuestros deseos e ideales son propios, pero en realidad son de Otro. Han sido implantados en nosotros a través de la publicidad, las series de televisión y la literatura.

La copia hollywoodense de la clase media fue implantada en nuestras mentes como el ideal de la clase media: casa propia, carro para ir a todas partes, familia nuclear, consumo en centros comerciales. Y no solo entre nosotros: también en Estados Unidos se ha vuelto el deber ser, incluso un mandato divino. La ficción de la cultura popular es hoy un ideal, un objeto de deseo: el sueño americano.

¿Será posible deshacernos de los implantes? ¿Vivir auténticamente?

Hay una tentación latinoamericana de buscar deseos e ideales propios, “nuestros”, no implantados. Pero si algo nos enseñó René Girard es que esto es un error. Los seres humanos somos imitativos, miméticos, replicantes. No hay escapatoria. De acuerdo con la lectura del director de Blade Runner, incluso el protagonista de la historia era un replicante sin saberlo. Quizá todos somos como él: replicantes del deseo del Otro hasta cuando creemos ser más nosotros mismos.

Habrá que seguir buscando en los salarios y en los patrimonios, pero no podemos olvidar que la ficción estructura nuestra percepción de la realidad más que la realidad. O, para ir más lejos, no hay realidad sin ficción.

Tomás Molina

Por Tomás Molina

Politólogo, doctor en Filosofía y profesor.platom___

 

LUZ(8196)08 de julio de 2023 - 04:26 a. m.
Hermoso escrito GRACIAS
Fernando(70558)08 de julio de 2023 - 12:44 a. m.
La ppal característica de la clase media es querer parecerse a la clase alta, porque jamás será clase alta. Por eso, a pesar de sus inútiles esfuerzos por lograrlo, se convierte en su ppal aliada, hasta el punto de pensar como ella y defender sus propósito así sepa que son contrarios a sus intereses.
F(25724)08 de julio de 2023 - 12:30 a. m.
Ok, hay que ser homosexual y socialista.
Arturo(82083)07 de julio de 2023 - 10:45 p. m.
Para quienes vivimos la infancia antes de la llegada de la TV (que época te perdiste, Tomás) el unico contacto con el mundo exterior era el cine, o mejor Hollywood (el 90% de las películas). Ahora comprendo que esa ficción del gringo medio que nos mostraban se fue inoculando en nuestro ADN como una realidad paradisiaca y envidiable, y que todos aquellos artistas que admirabamos eran unos simples replicantes.
Carlosé Mejía(19865)07 de julio de 2023 - 10:14 p. m.
¡Buena columna! A medida que avanza como una mancha de aceite, como la gangrena o como un virus letal, el capitalismo extiende sus garras sobre todo a su paso y convierte a los seres humanos en una mercancía barata y reemplazable que se vende y se compra sin conciencia. Hoy, todos tenemos precio y solo valemos en tanto clientes. Para lograrlo, el sistema nos hace creer que podemos encontrar la satisfacción y la libertad en el consumo y por eso moldea nuestros gustos a su antojo. ¡Qué maldición!
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