Los buenos ciudadanos odian la mentira. No toleran que los políticos los engañen, ni aunque sea para conseguir propósitos con los que concuerdan. La sola sospecha de que los están defraudando puede ser suficiente para poner en duda su adhesión a un partido o líder. Todo empeora si se usa lo divino con fines políticos.
Sin embargo, Platón, Maquiavelo y Rousseau consideraron la mentira político-religiosa (es decir, mentiras religiosas con propósitos políticos) como un elemento fundamental no solo de la política sino de transformaciones radicales.
Lo anterior despierta inmediatamente una sospecha en el ciudadano bueno: quizá esos tres...

Por Tomás Molina
Politólogo, doctor en Filosofía y profesor.platom___
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