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En las redes sociales y los medios de comunicación, encontramos a personas que fantasean constantemente con enemigos políticos como el comunismo, los reptilianos, los woke, entre otros. Fox News junto con su recientemente despedido presentador Tucker Carlson son un claro ejemplo de esto. Su idea principal es que detrás de las apariencias se encuentra un grupo de personas que manipulan los hechos a su conveniencia, con la intención de destruir el mundo. Según esta forma de pensar, Biden se muestra como un presidente ordinario, como una figura a través de la cual el pueblo habla, pero tras bastidores forma parte de una camarilla comunista con intereses nefandos.
Lo anterior no es nada nuevo. En una pieza de propaganda nazi llamada “El judío eterno”, se nos dice que los judíos se han integrado a la sociedad alemana, adoptando incluso las vestimentas y la manera de hablar propias de las clases altas. Sin embargo, dicha integración oculta algo siniestro: el judío solo quiere hacerse pasar por un buen alemán para destruir a la patria sin levantar sospechas. Detrás del judío común y corriente, en otras palabras, hay un Judío, es decir, una figura espectral y destructiva.
Aquí sucede lo opuesto que en las monarquías. En 1969, la BBC emitió un documental titulado Royal Family sobre la familia Windsor, en el cual se mostraba a la reina y a sus hijos llevando a cabo actividades cotidianas como comer helado, tocar instrumentos musicales, elegir su ropa, entre otras. Sin embargo, menos de una década después, la reina prohibió la emisión de dicho documental. El problema radicaba en que los monarcas deben parecer figuras divinas y omnipotentes, y al mostrarse como seres humanos comunes… resultaban ser comunes y corrientes. Detrás de la figura de la reina no había un dios sino una mujer.
Según la lógica de las teorías conspirativas, en cambio, detrás de Biden u Obama hay un dios espectral que conspira para robarnos nuestro “modo de vida”, que vampiriza nuestra “sustancia nacional”. Como ya lo había visto Freud, los paranoicos fantasean con la fuerza de sus enemigos, creyendo que son mucho más de lo que aparentan ser. El padre omnipotente de la fantasía infantil regresa en el enemigo. Se vuelve un dios. Por ejemplo, Soros no es solo un multimillonario con fundaciones, sino que es responsable hasta del paro nacional en Colombia. No solo es un judío sino que es el Judío de la fantasía antisemita.
¿Pero por qué fantasear con estos enemigos insoportablemente fuertes? En un episodio de la serie La maravillosa señora Maisel, Sophie Lennon, una mujer que arruinó su debut en Broadway, explica por qué lo hizo mal. Dice que estaba muy preparada, pero que tenía miedo —atentos a la inversión— de hacerlo bien. Y se pregunta: “¿Alguna vez te has sentido tan cerca de algo que realmente deseas? ¿Tan cerca que no puedes soportarlo, así que lo destruyes?”.
Esta es una lección psicoanalítica fundamental: uno puede preferir el autosabotaje. Y no solamente en los hechos sino también en la fantasía. A veces uno tiene ensoñaciones diurnas en las que se ve frustrado, pero a las que vuelve una y otra vez de manera masoquista. El personaje de Tom Cruise en Ojos bien cerrados es un excelente ejemplo: fantasea constantemente con la infidelidad de su esposa. Se amarga, pero eso le brinda una masoquista satisfacción.
Las fantasías políticas en las que el enemigo nos destruye son otro ejemplo de esto. Con la diferencia de que, como en el nazismo, pueden terminar en muerte y destrucción.
