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Los influencers del genocidio son unos ingenuos

Tomás Molina

17 de noviembre de 2025 - 12:05 a. m.
Foto: Redes sociales Kika

Un grupo de influencers colombianos viajó a Israel con el propósito de rehabilitar la imagen de dicho país. Esto es parte de una estrategia que se combina con el borrado de la evidencia del genocidio (varias cuentas de periodistas palestinos han sido eliminadas de Instagram), la intimidación y hasta la lucha por el control de la narrativa en Wikipedia y las inteligencias artificiales.

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Estos influencers hicieron la campaña pro-Israel como cualquier otra: de manera frívola. Se tomaron fotos muy sonrientes a pocos kilómetros del sitio de un genocidio; hablaron de Israel a partir de lugares comunes tontos; y, en general, pretendieron que nada malo estaba pasando ni había pasado. Para eso les pagaron, obviamente, no para hacer largas y controvertibles disertaciones sobre Israel.

Y uno se pregunta si carecen de conciencia moral.

¿Qué clase de persona se presta para lavarle la cara a un régimen genocida?

Sabían perfectamente a lo que iban: a hacer propaganda. Dudo que fueran tan estúpidos de ignorarlo. También creo que esto demuestra que se venden al mejor postor, que no tienen criterios morales para decidir a quién apoyan con su influencia. Lo que manda para ellos es la plata.

Pero esa conciencia que describo arriba se combina con una cierta ingenuidad. Con esto no me refiero a la inocencia infantil, que no es más que falta de experiencia, sino a la ingenuidad que resulta de la falta de reflexión. Hay algo terriblemente irreflexivo, ingenuo y estúpido en el Mal, aunque la ficción nos haya acostumbrado a villanos filosóficos.

Esto es algo que uno aprende leyendo a Platón. Al principio, parece que Sócrates es un ingenuo: ¿cómo va a decir que la vida auténticamente justa es mejor que la vida injusta con reputación de justa? ¿Cómo va a decir que es mejor sufrir una injusticia que cometerla? Pero conforme uno avanza en la lectura, se da cuenta de que esa visión del sentido común, irreflexiva, no solo es equivocada sino ingenua. Uno cree en eso porque no ha pensado bien el problema.

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Las razones que los influencers dieron para justificar su actuar son irreflexivas, ingenuas, tontas. Esto no quiere decir que sean moralmente inocentes: por Dios, que se enfrenten a las consecuencias de sus actos. Pero sí quiere decir que no son personas que mediten ni un poco en la moralidad de sus acciones.

Sabían que los contrataban para hacer propaganda, pero al mismo tiempo parece que no consideraron ni siquiera las consecuencias que eso iba a tener en su propia reputación como influencers. Asumieron que era una campaña más, sin repercusiones. De nuevo, ¿eso no es prueba de lo ingenuos e irreflexivos que son?

Así suele ser el Mal, insisto. La realidad es contraria al sentido común y su idea de que el Bien es ingenuo. Para ser auténticamente virtuoso hay que haber pensado muy bien el mundo. La virtud exige inteligencia, experiencia, hábitos buenos. Para ser malo basta con ser irreflexivo, bruto, con desinteresarse por completo del Otro: como los influencers de Israel.

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Hay un Mal sofisticado, inteligente, profundo, pero es muy poco común. Aparece más en la literatura que en la vida real, pues la ficción necesita de un Mal inteligente para ser interesante: de un Moriarty. El Mal real suele ser mucho más torpe de lo que uno cree. Se hace más mal por falta de pensamiento que por cuidadosa planeación.

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Por Tomás Molina

Politólogo, doctor en Filosofía y profesor.platom___
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