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Nos falta silencio y nos sobran carros

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Tomás Molina
21 de julio de 2023 - 02:05 a. m.
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Una urbe de 14 millones de habitantes debería ser ruidosa en extremo. No es posible, pensaría uno, que tantas personas en un solo lugar sean capaces de vidas silenciosas y tranquilas. Estamos acostumbrados a asociar la idea de ciudad con enormes cantidades de ruido, pero hay un ejemplo maravilloso que prueba lo falsa que es esa conexión: Tokio tiene ese número de habitantes y es silenciosa.

¿Cómo es eso posible?

Algunas partes de Tokio sufren el bullicio común a todas las aglomeraciones de personas. Pero el uso del carro es allí tan bajo y limitado que buena parte de los barrios son poco ruidosos. Uno puede caminar por la mitad de la calle sin mayores problemas, pues los automóviles no monopolizan el espacio público. El 35 % de las calles de la ciudad, de hecho, ni siquiera son lo suficientemente anchas para que un carro ande por ellas. Y el 86 % no lo son para que un carro frene sin detener el tráfico. Por esa misma razón, el 95 % de las calles no son aptas para parquear en ellas.

Aquí muchos gritarían subdesarrollo al escuchar esas cifras. Estamos convencidos de que las autopistas y los carros son un sinónimo de prosperidad y progreso. Los tokiotas tienen grandes avenidas, como en cualquier ciudad avanzada, pero la suya no los hace depender de los carros. De hecho, la vasta mayoría de ellos (30 millones, contando el área metropolitana) usan el tren todos los días. El feliz resultado es que los carros no monopolizan las calles, la vida y los sonidos de Tokio.

Es fácil decir que el triunfo urbanístico de Tokio se debe a una cultura superior. La realidad es más simple: los japoneses implementaron unas reglas básicas que podemos replicar en otras partes. Muchos edificios se construyen en Tokio sin parqueaderos. Comprar un carro implica pagar impuestos altísimos y su uso no está subsidiado. Además, el Estado japonés se volcó a construir trenes, aunque sin ser muy rico: los japoneses ya sentían orgullo de su sistema de trenes en la década de 1960, cuando su PIB per cápita era de apenas US$800 (el nuestro es de US$6.100).

Algunos creen que una ciudad no es tal a menos que un gruñido constante y agresivo emane de sus calles. Pero uno puede combinar las grandes ventajas de la vida citadina —los servicios variados, los altos salarios, la facilidad para conseguir de todo, la acumulación de saberes y técnicas, etc.— con el silencio. ¿Para qué? ¿Acaso el ruido no nos brinda la satisfacción de sentirnos vagamente acompañados?

La compañía del ruido no sirve. Le hace un daño enorme a nuestra salud mental y física.

El silencio, en cambio, nos permite introducirnos al hacer nada, al ocio auténtico; nos permite resistirnos al violento exceso de los estímulos actuales.

Por medio del silencio podemos negar la frenética sucesión de estímulos cortos en la que vivimos (TikTok, Twitter, etc.).

El silencio es posibilidad de abrirnos a la permanencia.

Podemos morar en nuestras ciudades sin enormes máquinas de metal ocupando casi todo el espacio público físico y sonoro.

Entre más metros y trenes se construyan, más difícil debería ser el tener carro y usarlo, es decir, más silencio urbano debería haber.

Una vida mejor es posible, pero nos falta silencio y nos sobran carros.

Tomás Molina

Por Tomás Molina

Politólogo, doctor en Filosofía y profesor.platom___
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Jorge(40094)22 de julio de 2023 - 07:00 p. m.
Su columna empezó al revés, primero solicite la construcción de vías férreas, para luego si exigir que automovilistas y motociclistas se bajen de sus vehículos y se peatonalicen las vías. Pero por supuesto debe agregar que se prohíba la utilización de equipos comerciales y megáfonos en las puertas de comercios y sitios de rumba.
Rosa(57807)22 de julio de 2023 - 01:38 p. m.
Buen sueño suyo y de muchos. Si el Metro o Subte, cómo dicen los argentinos en Buenos Aires a su medio de transporte masivo, tiene casi cien años, hoy con ocho líneas… y nosotros en ese letargo de decisión y acción, nos seguimos quedando entre el ruido, la polución, el trancon y el desencanto , que mata vidas! Hasta cuando?
Carlos(52819)22 de julio de 2023 - 11:15 a. m.
de acuerdo con Ud. pero ese adelanto tiene como condicion un servicio de transporte optimo
Alejandro(60845)22 de julio de 2023 - 02:05 a. m.
Nos falta hacer silencio, incluso cuando opinamos de manera agresiva. Excelente informacion, la cultura japonesa para nosotros es algo casi extraterrestre.
Margarita(89855)22 de julio de 2023 - 01:54 a. m.
En esta columna sobre el ruido ni siquiera menciona el horror de quienes se paran a gritar y ofrecer sus productos sin el menor respeto por el ciudadano Desde el inicio de la pandemia tengo un vendedor de aguacates que llega a las 8 am y pregona su venta a grito herido hasta la 1 pm. No tengo nada contra las ventas ambulantes, sé que el desempleo y la informalidad en este país está por encima del 50 %, pero los ciudadanos que convivimos en esta ciudad no queremos sumarle más ruido a la ciudad
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