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En las culturas ancestrales el círculo se concibe como la forma que alberga un secreto poder místico. En occidente la calidad lineal de la historia y de todas las acciones de la humanidad ha dejado olvidada la simbología de lo circular: en el círculo todo está relacionado y todo se conecta; como una red de pesca que atrapa las emociones, los pensamientos y la espiritualidad y los dirige hacia un mismo centro. Los ancestros de culturas chamánicas veían en el círculo una red en la que la naturaleza entera y todo lo que tenía de sagrado se interconectaba de forma espiritual.
En los sitios arqueológicos de la cordillera de los Andes quedan vestigios de los lugares sagrados donde las mujeres se reunían en círculo para recibir el poder sanador de la Luna. Hoy en día muchas culturas indígenas del Perú replican la costumbre de tejer en círculo, propia de las mujeres ancestrales. En esta práctica, las mujeres amarran sus telares de cintura a un poste que queda en medio del círculo que ellas forman. Cada una va tejiendo hacia afuera, y entre todas construyen una red inquebrantable que las une de forma poderosa y solidaria.
Hoy en día las mujeres hemos vuelto a recordar estas antiguas prácticas, y las hemos resignificado en la era moderna. Tal vez ya no nos reunamos para invocar el poder de la luna llena, o para danzar alrededor del fuego en época de luna nueva, pero el significado de reunirnos alrededor de un círculo para conversar sobre los temas relativos a nuestra femineidad sigue siendo el mismo. El círculo adopta las formas unificadoras: nos reúne en condiciones de equidad y sabiduría.
Las ventajas del círculo para las mujeres del siglo XXI son cuantiosas. En primer lugar, el círculo abre las posibilidades de hablar sobre temas relacionados con lo femenino con personas del mismo género. Eso crea un espacio de seguridad en el que la apertura es posible. En una sociedad como la nuestra en la que prima la individualidad y en la que darse el tiempo para tener experiencias introspectivas es casi imposible, el círculo de mujeres ofrece la posibilidad de crear comunidad femenina y a la vez de generar una experiencia de reflexión personal.
Además de esto, los círculos de mujeres activan el recuerdo de una sororidad muy antigua, de una comunidad tribal, de un espacio entrañable en el que las mujeres se reunían para compartir su sabiduría colectiva. Activar esta forma de relacionarse les permite a las mujeres repartir su conocimiento sobre la vida y afianzar las redes de apoyo. En círculos de mujeres, desde un proceso de sanación propia, cada mujer le ayuda a las demás a sanar.
Esta práctica, en otras palabras, genera una contraparte a la opresión de género, ayuda a las mujeres a cultivar un espacio de empoderamiento y a tejer una red solidaria en la que la femineidad se deconstruye y se construye en cada encuentro. En poblaciones de mujeres víctimas de la violencia, o en poblaciones de mujeres en condición de vulnerabilidad social, el círculo representa la posibilidad de abrir un espacio de solidaridad y dignificación, pero sobretodo, la posibilidad de unirse en una comunión que le devuelva a las mujeres su poder y la oportunidad de conectarse con su verdadera esencia.
@valentinacocci4, valentinacoccia.elespectador@gmail.com
