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El vuelo del fénix

Valentina Coccia

16 de noviembre de 2018 - 03:00 a. m.

Los libros o las películas biográficas son la yesca sobre la cual renace un personaje emblemático. Las biografías recrean a los personajes convirtiéndolos en símbolos, en representaciones que llegan a nuestros brazos y con las que todos podemos identificarnos. Por estos días llega a cartelera la película Bohemian Rhapsody, una cinta que revive al extraordinario Freddie Mercury, vocalista de Queen. Lo maravilloso de esta cinta es que no solo suscita recordación sino también memoria. En efecto, las biografías, además de revelar desconocidos detalles de sus protagonistas, traen el pasado al presente con el objetivo de enseñarnos algo relativo a nuestra realidad. En el caso de Bohemian Rhapsody, la vida del vocalista resulta ser un fabuloso ejemplo de resilencia y valentía, de atrevimiento y de abrumadora libertad. El ejemplo de Mercury le habla a nuestra generación presente; una generación joven que en aras de una crisis económica y ética frustrante termina alimentándose de miedo e inseguridad. La imagen de Mercury en la película llega a revitalizarnos con su experiencia. Su vida es equiparable a la poesía que encierra el mito del Ave Fénix: después de arder en llamas se levanta aún más bella y esplendorosa, lista para triunfar una vez más sobre el imperio de los cielos. De esta forma, aunque no pretendo revelar más detalles de la cinta de los que puedan encontrar en Wikipedia, sí me gustaría animarlos a verla explicando por qué allí la vida del cantante se transluce como una vida ejemplar.

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Podemos comenzar diciendo que una de las características más deslumbrantes de la resilencia es la capacidad de despojo. Como una marea de pequeños Atlas andamos por la vida llevando un mundo entero a cuestas, y lo peor es que la mayoría le tenemos cariño a nuestras cargas.  En el mito egipcio del Ave Fénix el majestuoso pájaro viaja hasta al templo del Sol solo para dejar allí sepultados los restos de su padre. Usualmente, el primer paso para un renacimiento es librarnos de nuestras antiguas alforjas, repletas de nuestro llanto pero también de los sufrimientos de nuestros antepasados. Durante su vida, el vocalista de Queen tuvo que librarse del complejo que le producían sus dientes. Dicen que en su juventud se cubría la boca cada vez que sonreía para que su desaliñada dentadura no brotara por entre sus labios. Sin embargo, el joven Freddie logró superar su complejo, y darse cuenta de que su cualidad más monstruosa, en realidad, encerraba un don que nadie más tenía. Su horrible dentadura era la causa de su maravilloso registro vocal.

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El conocimiento de nuestros dones (que a menudo vemos como defectos) es la sabiduría que le da origen a la cualidad de la resilencia. Saber de qué madera estamos hechos nos ayuda a percibir nuestra originalidad y a menudo evita que terminemos enfrascados en vidas que nunca nos hubiera gustado vivir. El mito cristiano del Ave Fénix tiene mucho que decir al respecto. El pájaro habitaba en el jardín del Edén, y cuando el ángel blandió la espada para expulsar a Adán y a Eva del Paraíso hizo que cayera una gota de fuego sobre el nido. El ave se quemó irremediablemente dejando en su lugar un despojo de cenizas. Para compensar el sufrimiento del pájaro Dios lo revive y le concede, además, los dones de belleza, inmortalidad e inmolación. En la historia del cantante británico el conocimiento de sus dones lo llevó a redimirse de una vida de autocompasión. Por otro lado, en la película se muestra cómo la composición de la pieza Bohemian Rhapsody llevó a Queen a una inflexión en su carrera musical. La pieza era demasiado larga y tenía una letra polémica e incomprensible a primera vista. No fue fácil vendérsela a los productores, pero Mercury nunca dejó de creer que se tratara de una verdadera obra maestra.

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Sin embargo, la vida de los resilentes como Mercury no solo es un paraíso adornado de rosas y endulzado de dichas. La vida, incluso para los más fuertes, está llena de tropiezos y adversidades: los ángeles caen y deben volverse a levantar. La imagen más poética que se tiene del Ave Fénix es la construcción del nido y el prendimiento de la hoguera. Antes de morir, el pájaro construye su cadalso y trae a su nido las especias más aromáticas. Arroja su semen sobre la yesca y se prende fuego precipitándose sin miedo hacia la muerte. La vida del vocalista de Queen pasó por  momentos álgidos  que culminaron con su diagnóstico de VIH SIDA. Aunque esta etapa no fue un orgullo para el famoso cantante, la película muestra cómo Mercury no le temió a sumirse en el sufrimiento para después tener un clamoroso despertar.

He ahí el maravilloso don del resilente: poder resurgir de un puñado de cenizas, renovar la conciencia después de un período de crisis, salir de las sombras para recubrirse de luz. La imagen más bella del Ave Fénix es su renacer: después de arder en un manojo de sufrimiento y malestar, sale victoriosa y despliega sus alas lista para un nuevo recorrido por los cielos. La película muestra como Freddie, después de enterarse de su diagnóstico, decide recuperar su antigua vida a partir de los despojos que conservaba. Volvió a unir la banda, a restablecer el contacto con sus amigos, a arreglar la relación con su familia y a abrirle las puertas a nuevos caminos. Mercury era realmente un hombre afortunado: la película culmina mostrándolo en su momento de mayor esplendor interno.

Es así que esta biografía no solo llega para recordarnos la leyenda que fue Freddie Mercury, sino que encuentra su propósito en aclarar por qué esa leyenda llegó a ser lo que fue. En una suerte de explicación de la grandeza del vocalista, la cinta nos habla de una vida corta pero fabulosa, de una vida ejemplar; una vida hecha para inspirar a la joven generación de nuestros días, tan triste y oscurecida. La vida del vocalista de Queen se dejó traspasar por la resilencia e hizo patente el símbolo del Ave Fénix mientras desplegó sus alas y voló alto en su propio cielo.  

@valentinacocci4

valentinacoccia.elespectador@gmail.com

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