Publicidad

Mujeres incómodas

Vanessa Rosales A.
02 de agosto de 2021 - 03:00 a. m.

Son muchos los nombres que se les ha concedido a las mujeres que han querido llevar la vida en términos propios. En muchos tiempos. Libres. Forajidas. Rebeldes. Autónomas. Complejas. Fatales. Subversivas. Distintas. Nombrar esto implica considerar -de manera explícita- que durante siglos las mujeres existieron dentro de moldes que de manera predominante las prescribían. Todo un historial de imposibilidad y restricción; de dictámenes y convenciones precisas. En la historia de la humanidad sigue siendo novedosa la libertad femenina.

A finales del siglo XIX, se nombró “Nueva Mujer” a esa especie de estirpe prometedora, distintiva, que empezaba a quebrantar el antes único destino posible. Maternidad y casamiento. Identidad restringida. En la década del veinte de un nuevo siglo, se le llamó flapper a esa camada de figuras que también, otra vez, subvertían el orden, delineando estéticas antes impensables, hábitos inéditos, formas antes inimaginables de vivir. En una época cercana a ambas, los prospectos de mujeres tan libres, con posibilidad de perseguir sus deseos, ambiciones y apetitos, suscitaba una ansiedad febril. Entonces, se les imaginó y llamó vampiresas, féminas fatales.

Aun cuando para muchos feminismo pueda despertar una asociación rápida con militancia política, lo cierto es que feminismo también ha sido el acto de nombrar las cosas. Ha sido inventarse nuevas formas posibles. La práctica de darle forma a las preguntas que no tuvieron nombre.

Nombrar a las mujeres incómodas es otra forma, otro modo, otro título. Porque las mujeres que añoramos vivir en términos propios seguimos nombrando las cosas. En Colombia y la América Latina, seguimos dando nombre a fogonazos y realizaciones que, por ejemplo, encontraron sus palabras en los 70, en los Estados Unidos. También aquí estamos, en tantas esferas, inventando otras formas posibles.

En La mujer singular y la ciudad, la escritora estadounidense Vivian Gornick escribe: “A finales del siglo XIX, hombres de genio literario escribieron libros fantásticos sobre mujeres de la época moderna. En menos de veinte años aparecieron Jude el oscuro de Thomas Hardy, Retrato de una dama de Henry James, Diana of the Crossways de George Meredith; pero por muy inteligentes que fueran estas novelas, Mujeres sin pareja (The Odd Women) de George Gissing fue la que me interpeló de forma más directa. Veía y escuchaba a los personajes como si se tratara de hombres y mujeres que conocía. Incluso más, me reconocía como una de las mujeres ‘singulares’. Cada cincuenta años desde la época de la Revolución francesa, se había descrito a las feministas como mujeres ‘nuevas’, mujeres ‘libres’, mujeres ‘liberadas’; pero Gissing había encontrado el término adecuado. Éramos mujeres ‘singulares’.

Muchas formas, muchos nombres. Son las mujeres que no son dóciles. Pueden ser las diosas que ponen en jaque el orden y el poder del universo, de manera independiente. Mujeres con independencia de pensamiento y acción. Figuras divinas que ejercen poder sin actuar por fuerza física. Las que buscan, en su singularidad, ser libres. Las que subvierten el orden. Las que descolocan las categorías rígidas.

Esta designación de incómodas tiene que ver también con la lucha por la complejidad en lo femenino. Con la resistencia a ser encasillada. Con resistirse a ser un chato arquetipo o estereotipo. Con la multidimensionalidad como derecho humano. Y también, si se piensa, lo cierto es que incómodo ha resultado mucho de lo que se ha codificado y asociado a lo femenino.

Entonces sí, las mujeres que buscan vivir vidas en términos propios han tenido muchos nombres. Cada nombre, categoría o concepto entraña una tensión simultánea. Por un lado, la posibilidad de nombrar ciertas luchas y búsquedas, pero casi siempre algo más: la limitación que implica ese mismo nombramiento. Esta es una tensión que subsiste, desde donde miro, en el feminismo. Una categoría nombra pero ineludiblemente deja por fuera formas y contextos. Nombrar no abarca. No agota. Permite, pero no termina.

Algo similar sucede con el concepto de “mujer incómoda”. La idea puede funcionar para hilvanar múltiples sujetos, muchos modos de experiencia, pero siempre es limitada. Si pensamos en el concepto de “mujer singular” de Gornick, este se ve ineludiblemente atravesado por la especificidad de las variables que la hacen. Geografía, contexto, temporalidad, marco biográfico. De la misma manera, ese concepto puede resonar con mujeres en contextos radicalmente contrastantes al original. Pero tendríamos que pensar en la mujer singular latinoamericana, por ejemplo, concepto que a su vez se bifurca, se multiplica y se ensancha.

Si el feminismo es también nombrar las cosas, siempre se presenta un péndulo allí. Lo que se nombra incluye unas posibilidades y excluye otras. Una categoría sirve para designar, funciona como una fórmula donde ciertas mujeres se identifican. Otras no. O puede que sí, pero desde su amalgama específica.

De fondo, las singulares, las incómodas somos las que no podemos llegar a términos con el mundo como lo encontramos. Eso, además, no nos posiciona en una libertad impoluta o perfecta, ni lisa, ni abstracta. Pero sí nos permite la cualidad de lo incómodo y lo singular. Otra simultaneidad. Otra tensión.

Ser incómoda puede significar, además, mirar el mundo de manera de crítica. Mirarse a sí misma de manera crítica. Incomodarse a sí. Navegar lo que nos incomoda de nosotras mismas. Como decía bellamente hace poco la escritora Susana Castellanos, “la mujer incómoda recoge la multiplicidad de arquetipos, de facetas; a lo largo de su vida las asimila”. Las mujeres incómodas articulan la fortaleza que desequilibra poderes tradicionales masculinos. Son las que asombran.

Mujer incómoda puede ser un arquetipo. Una figura. Son todas las que no empatan en los esquemas tradicionales. Las que asumen no ser el ideal femenino más deseable. Las complejas. Las humanas. Toda época las ha nombrado de una manera que denomina sus preguntas, sus luchas, sus apetitos, sus formas de emancipación. Esta, para ustedes, es la mía. Para las mujeres incómodas. Con todas las infinitas, múltiples, inagotables variables que eso puede incluir. Para seguir nombrando lo que nos hace libres.

@vanessarosales_, vanessarosales.a@gmail.com

Temas recomendados:

 

Jose(46118)02 de agosto de 2021 - 05:02 p. m.
Con Las mujeres ni el diablo pudo con ellas. Las Mujeres son como los Carriles joden y estorban mucho pero hacen demasiada Falta.
  • Mar(60274)02 de agosto de 2021 - 07:45 p. m.
    Igual que los hombres ; )
Bancho(36704)02 de agosto de 2021 - 03:58 p. m.
A mí me encantan las columnas de Vanessa Rosales. Son inteligentes, agudas, despectivas con la ignorancia del machismo, didácticas y escritas como a ella le da la gana. ¡Gracias plenas! Esteban Carlos Mejía, alias Bancho.
  • Atenas(06773)02 de agosto de 2021 - 05:49 p. m.
    Y Bancho -alias E.C. o C.E. o R.C.... no sé, no lo logro retener, quizá mi subconsciente rechaza lo q' no halla de dónde aprender-, alienta a la opinadora a q' escriba como le pique en gana. Entonces q' mejor garabateé su diario personal como a bien tenga; en un medio, los suscriptores y foristas, somos jueces.
Ernesto Guevara(40301)02 de agosto de 2021 - 12:54 p. m.
Este mamometro es un blog, no una columna de opinión. Igual, en toda época y en todo tiempo a estas féminas se les conoce como inmamables y en el mejor de los casos como insufribles. Y la verdad es que buscan verse diferentes para destacar en el grupo y llamar la atención de alguien con medios económicos y cogerlo de paganini.
  • Mar(60274)02 de agosto de 2021 - 07:46 p. m.
    Acuéstese con la virgen de Chiquinquirá.
  • Duncan Darn(84992)03 de agosto de 2021 - 02:07 a. m.
    Siga viviendo con su mamita.
Atenas(06773)02 de agosto de 2021 - 09:21 a. m.
Vanessa, q' lúcida es y x lo general escoge interesantes asuntos pa larga/ exponer- y hasta tediosa/-, sí vive aferrada a algo q' nada tiene q' ver con los machos cabrios ni cosa de antifeminismo es: la obcecación en luengo estilo q' innecesario resulta en el periodismo actual y en el afán moderno de brevedad y concisión. "No mates la razón con el procedimiento", dice la sentencia. No lo necesita
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar