Publicidad

El Eln: de Boyacá en sus campos

Víctor de Currea-Lugo
28 de octubre de 2015 - 02:00 a. m.

Toda muerte incluye un drama y todo acto de guerra un dolor, pero también obligan a un análisis del antes y del después. El proceso con el Eln no puede responderse desde lugares comunes.

 

El Eln no necesita forzar por vía militar un proceso de negociación porque éste ya existe de manera preliminar. Decir, por ejemplo, que el Eln atacó a los soldados solo y únicamente como una demostración de poder para llegar con más fuerza a una mesa de negociación formal, implicaría entonces una campaña pre-negociación que todavía no hemos observado. Lo cierto es que las acciones de guerra entre las Fuerzas Armadas y el Eln se han mantenido durante toda la fase preliminar de negociación.

En el caso de las Farc, el balance de actos de guerra durante el proceso es alto: la muerte Alfonso Cano, los combates en Guapi y Buenos Aires, la retención del general Álzate, los bombardeos contra campamentos guerrilleros, y un largo etcétera. Precisamente un proceso de paz busca evitar estos muertos. Hace poco también hubo bombardeos en el Sur de Bolívar donde murieron nueve guerrilleros del Eln, incluido uno de sus comandantes de Mico Ahumado.

Otra lectura errónea apunta a una supuesta división de las líneas del Eln, encabezada por el comandante Pablito. Pero la voluntad de adentrarse en un proceso de negociación no es asunto de unos pocos comandantes, sino la decisión de V Congreso de esa organización. El ascenso de Pablito al Comando Central es un símbolo de unidad y, según el correo de las brujas, hay un aumento en la voluntad de negociación entre las bases del Eln. Esta guerrilla no está hoy más dividida que cualquier otro grupo para entrar en un proceso de paz.

También se ha dicho, incluso por instituciones de las que se presume que saben sobre Derecho Humanitario, que se trató de un crimen de guerra. Un ataque hecho a combatientes es, en principio, un acto de guerra y no un crimen, por más doloroso que suene. Politizar las categorías jurídicas no ayuda a la paz ni a la construcción de confianza.

Un mecanismo para salvar vidas humanas y ahorrarnos los horrores de la guerra, es que se priorice en la eventual mesa entre el Gobierno y el Eln una tregua bilateral, tal como lo hemos planteado para el caso de las Farc. Si la voluntad de paz de las partes es genuina, no tiene cabida la muerte de más colombianos.

La guerra seguirá durante la fase inicial de las negociaciones y el riesgo de divisiones dentro de la guerrilla hace parte de cualquier proceso de negociación. No habrá una paz exactamente como la hemos soñado, pero en todo caso será mejor que la pesadilla de la guerra.

* Phd., Profesor Universidad Nacional de Colombia @DeCurreaLugo

 

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar