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Galeotto Cey y el río Magdalena

Weildler Guerra
11 de septiembre de 2021 - 05:00 a. m.

Los ríos tienen un amplio rango de sentidos en las distintas naciones y están ligados a su identidad. Por ello es grato leer la historia de un viaje por el río Magdalena que se inicia en 1552 y culmina en 1553. Este recorrido se encuentra en la obra del florentino Galeotto Cey: Viaje y descripción de las Indias (1539-1553). Cey viene a América atraído por sus riquezas naturales, pero pronto se encuentra con la dura realidad: la crueldad de los cristianos hacia los nativos, el terror que infundían jaguares y caimanes, la enfermedad y la pobreza de los viejos conquistadores que llegaron a esta parte del mundo “por locura y se quedaron por vergüenza”.

Cey parte de Tunja hacia Vélez y de allí baja por un afluente del gran río cuyas aguas turbias y de mal olor traen cenizas y azufre. Los indios remando de pie, desnudos y pintados, le parecieron a Cey diablos o almas que llevaban al tormento a través de aguas que parecen las de la laguna Estigia de Virgilio y de Dante. Después de navegar varios días llegan hasta un embarcadero en donde hay chozas para almacenar mercaderías. La comida que llevaban este viajero y sus acompañantes estaba compuesta de bizcochos, queso y vino avinagrado que complementaron después con huevos de tortuga y pescado cambiado a los indios por cuchillos y cuentas de vidrio.

Al llegar al río Grande de la Magdalena le pareció salir de un puerto estrecho y cerrado a un gran mar. “Tiene una anchura de una legua de agua… Todos estos ríos hasta el mar tienen las orillas cubiertas de bosques grandísimos y las riberas muy altas”, afirma el florentino. Los caimanes eran tan abundantes que se recomendaba a los pasajeros de la canoa no hundir sus manos en el río por el riesgo de perderlas. El agua para tomar se recogía en una vasija que se sumergía en la corriente y se sacaba con prontitud. Los zancudos y murciélagos atormentaban a los europeos en las noches y debían dormir abrazados o enterrados en la arena, aunque ello no les servía de nada. En contraste, los indios dormían desnudos al descubierto como si no los sintieran.

Los pueblos aparecen uno tras otro: Tamalameque, Mompox, Tenerife, Malambo y la Ciénaga Grande, así como muchas otras aldeas con nombres indígenas. En Mompox viven unos 60 cristianos, nos dice, “y es el mejor y más rico pueblo de aquel río y el más sano por ser el más elevado de todos”. El viajero se asombra de la voluntad de decenas de cristianos de morar en los pueblos ribereños y vivir de las mercaderías. “No quiero estar allí ni pintado”, dice, y ve en el deseo de perdurar allí un vicio que atrapa a la mayoría de quienes prueban esa vida que percibe como “lasciva y licenciosa”.

Galeotto retornó a su tierra natal en 1553 en donde fue criticado y burlado en las calles por retornar pobre de América. El florentino optó, según el historiador José Lovera, como muchos seres humanos de todos los tiempos, por escribir sus viajes para mostrar conocimientos ya que no podía ostentar riquezas.

wilderguerra@gmail.com

 

Magdalena(45338)11 de septiembre de 2021 - 03:16 p. m.
Una crónica muy bella del río, lástima como lo han contaminado , quizás debido a la indiferencia e ignorancia de los dirigentes para proteger el medio ambiente.
humberto jaramillo(12832)11 de septiembre de 2021 - 05:02 p. m.
De ese río de inmensos bosques no queda hoy más que un lodazal, resultado de la deforestación que hace que cualquier llovisnita se convierta en un aporte más de tierra que arrastra el agua, que ya no descansa en los bosques, y que tanto los afluentes como el Magdalena mismo toma de sus orillas y la deposita en el fondo del río disminuyendo su profundidad e inundando todo su contorno.
  • humberto jaramillo(12832)11 de septiembre de 2021 - 05:08 p. m.
    Las dragas en Barranquilla, eliminando los sedimentos no sirven para nada pues todo el río ha mermado su profundidad y cuando llueve ya no soporta el caudal que acostumbró tener y se desparrama por todo el vecindario. ¿qué creen cual es la razón de lo que pasa en la mojana? Y tenemos unos nombrado encargados habilísimos en llevar estadísticas de tragedias y no hacen nada pertinente, hablan.
Hernando(84817)11 de septiembre de 2021 - 02:07 p. m.
Agradable columna para cambiar de tema. Ya el rio no es asi y la destruccion que vemos en la actualidad es una demostracion clara de lo poco que valoramos la naturaleza, que de manera acelerada estamos aniquilando.
Atenas(06773)11 de septiembre de 2021 - 12:48 p. m.
Sin dudas todo un loco fue, q’ por estos andurriales vino, vio y no venció en concepto de sus paisanos q’ hicieron de él mofa cuando regresó, mas de ninguno de ellos nadie sabe ni recuerda cómo sí de aquel q’ sus historias nos dejó y en la memoria perduró. El privilegio de los atrevidos u osados, q’ muy pocos son.
horacio(76762)11 de septiembre de 2021 - 01:14 p. m.
Dormir enterrado en la arena, además de incómodo, debe ser, sentirse lo mas cerca del sepulcro.Tantas fábulas hubo sobre las Indias que hasta los paisanos de los Médici, buscaron fortuna y no la hallaron.Algo así como "ir por lana y salir trasquilado".Excelente investigación.
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